Mi padre, God bless his soul, me sigue preguntando cada vez que le veo (una vez por semana para nuestras particulares “clases de conducir”) que cómo va lo de la búsqueda de trabajo. Me lo pregunta con genuino interés, como si fuera a haber algún tipo de novedad. Afortunadamente para él (desafortunadamente para mis “stats”), no está suscrito a esta newsletter en la que vengo informando, semana a semana, de cómo mi búsqueda de laburo está teniendo el mismo éxito que yo cuando pretendí hacer un monólogo en el local Triskel por el centro de Madrid: NINGUNO. Por cierto, si no quieres que te pase como a mi padre, dale aquí abajo:
Hace unas semanas planteé la posibilidad de darle una vueltecilla a esta gaceta y convertirla en algo más que un muro de las lamentaciones… lamentablemente, la vida nos come incluso a los que no tenemos trabajo y también “nos falta tiempo” para según qué cosas. Pero el proyecto sigue ahí. Y me quedan unas cinco semanas.
Porque este es el plazo que me doy para seguir viviendo del cuento (y de esa cuenta corriente que baja más rápido que los del juego del calamar cuando morían de forma sangrienta y espectacular). Si para Semana Santa (¿se pone con mayúsculas? ¿y tú te llamas periodista?) no he encontrado nada, ni aunque sea escribiendo el reverso de las cajas de cereales, habrá llegado el momento de buscarme un trabajo de lo que sea y acabar con esta tontería. La vida es dura.
Y cara.
All by myself…
En mi blog íntimo y personal me pregunté qué me han enseñado mis series adolescente tan queridas (si es que me han enseñado algo) a la hora de buscar un trabajo
También he hervido un paquete de estos de judías verdes congeladas del Aldi a las que luego les eché un chorrillo de aceite, un pelín de vinagre (casi ná) y un poquito de sal y de… ¡cayena! Porque la vida hay que vivirla al máximo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.