lunes, 28 de noviembre de 2022

Madrid: pros y contras desde que volví de Dublín

Ayer puse en Twitter que una de las cosas que más rabia me daban desde que volvimos a vivir a Madrid era ese café con leche servido, casi irremediablemente, en vasito de caña. Ya, ya sé que si indicas "en taza, por favor" te lo ponen en taza... pero uno tenía por costumbre pedir un café con leche y ya, sin especificaciones técnicas, porque uno asumía que los cafés se toman en taza por, no sé, tradición; o para no quemarte las manos o por pura decencia humana, pero en Madrid, mesehabíaolvidado, existe la norma no escrita de que el café con leche, ese de buena mañana en el bar de toda la vida, se puede servir normalmente en un vasito ridículo. Debajo el tweet de marras:

Pozí, tendré que ponerme las pilas en este sentido (oh, Dios, ¿ha dejado de usarse ya la expresión "ponerse las pilas" desde que... bueno, ya no se usan pilas?) y mejorar mi dialéctica en los bares. Pero esto me dio que pensar: ¿qué otras cosas me han chocado de Madrid a mi vuelta a la ciudad que me vio nacer? (literalmente, la ciudad eligió a un grupo de notables para reunirse en torno a mi alumbramiento y ser testigos de aquel acontecimiento: "Sí, se confirma, HA VENIDO"). Bueno, pues he aquí, casi a modo de lista personal para aclararme yo pispo, lo que más y menos me ha gustado de Madrid City desde que regresamos a sus (no muy limpias) calles allá por mayo del presente:

Cosas que a tope con ellas
-Sol (no la estación de metro, el otro)
-La maravillosa estupidez de alegrarte un día subiendo la persiana, abriendo la ventana y asomándote a la luz (los cielos grises de Dublín, psicológicamente, llegaron a noquearme -noquear es una palabra fea, pero está en la RAE, soy un mero notario de la actualidad)
-Árboles en las aceras (sé que cada vez menos, pero haberlos háylos)
-Se puede salir a la calle a pasear (gracias a los ÁRBOLES, a la presencia del SOL, y a la ausencia del VIENTO HURACANADO que hacía siempre en Dublín -Sorry, Dublin, I miss you but these are the facts-)
-Cierta sensación de tranquilidad y dirección en las calles (esto es un feeling que a ver cómo te explico... digamos que en Dublín hay como, no sé, paquetes de carne picada sin abrir tirados por las aceras y señores escupiendo al tendido y muchos tranvías tocando sus campanitas porque vienen y todo esto me ponía la cabeza un poco loca -vivíamos en pleno centro de Dublín, mind you-)
-Puedes comer bien en casi cualquier sitio
-Cañas y tapas, esa culturita buena de buscar siempre un huecco (el cantante) para esto
-Las alioli (siempre la patata cocida, si pides alioli y te traen patata frita pues una respuesta adecuada sería incinerar el local)
-Una ciudad muy diversa, con ofertas y paisaje distinto, según cambias de barrio (en Dublín también cambiaban ciertas cosas al moverte geográficamente... pero digamos que había cierta aburrida uniformidad, Madrid es más loca y guarda más sorpresas)
-Oferta cultural muy potente (cada día se me pasan tres o cuatro cosas que descubro a posteriori lo mucho que me habría gustado verlo/oírlo... y eso que no trabajo porque estoy buscando de lo mío y en teoría tendría tiempo para enterarme de todo pero no es así, es una ciudad que bulle)
-Gente muy maja (en Dublín también, pero no está de más destacarlo)
-Gente muy maja que habla mi idioma (ahí te han pillao, Dublín)
-BARRIOS (salir de tu portal y recorrer varias calles con pequeños comercios, plazas y bancos es un ecosistema perfectamente asentado y conseguido en Madrid, en Dublín not so much, o digamos que los barrios son más... breves)
-Se come a las 2, se cena a las 9-10 y las tiendas están abiertas hasta las 8-9 (Dublín, aquí mejor vamos a taparnos, cuanto menos nos expongamos en este sentido mejor, hazme caso)
-Cine europeo y español (en los Cineworld de Dublín brillaba por su ausencia)
-Familia y amigos más cerca (esto es como decir "el cielo azul", pero bueno, su obviedad no le resta valor)
-Gente menos sospechosa por las calles (sí, hay auténticos personajes, pero no hay knackers)
-El metro para ir de una punta a otra de la ciudad (abarca mucho)
-La posibilidad de explorar, aunque sea por pura curiosidad, la vía laboral para la que creo que valgo (si bien the clock is ticking y aquí no llama ni el tato)
-Ausencia absoluta de gaviotas (mis enemigas públicas NUMBER 1)

Cosas que echo de menos de los dublines
-La bonhomía y sencillez de sus gentes (esto queda muy de literatura y pose barata, pero el irlandés -no ya solo el dublinés- es bueno por naturaleza, desarmantemente bueno)
-La cultura de la pinta, si bien inferior a la de la caña y la tapa, también tenía su (poderoso) aquel
-Las competitivas ofertas de sus supermercados y, en concreto, la posibilidad de comprar carnes, frutas o verduras por unidades y no por kilos
-La vida que teníamos hecha (rehacer tu vida a los cuarentaitantos es un rollo)
-Insistiendo en el punto anterior: la pura inercia de la vida que ya teníamos hecha nos invitaba, especialmente a mí, a tener un futuro económicamente boyantísimo (si bien a cambio de sacrificar mi alma)
-Tarifa plana de cine (mucho cine europeo y tal, pero a soltar pasta)
-Poder ir andando a casi cualquier parte y no estar a obligado a coger el metro para ir de una punta a otra de la ciudad (tarda mucho)
-Tener varios restaurantes japoneses de referencia (en Madrid no tenemos controlado ninguno)
-Hacer un podcast sobre nuestra vida en un país extranjero (nos lo pasábamos bastante bien... hacer uno de nuestra vida en Madrid como que no)

Podría seguir tres cuartos de hora anotando cosas en ambas columnas, pero tengo que ir a comer... mira, hoy un poquito antes de lo que suele ser la hora del almuerzo en Madrid. Volveré a esta lista en un futuro próximo para ver qué añadimos a una cesta y qué quitamos de la otra. O lo que sea.

viernes, 25 de noviembre de 2022

La Pinta Roja que me quiero tomar con Pierce Brosnan

Me ha parecido muy tierno, francamente emocionante, este vídeo en el que Pierce Brosnan se entera de que el entrevistador es de su misma ciudad, Navan. Parece ser que Pierce tuvo una infancia complicadilla allí, y a lo mejor le ha venido todo de golpe a la cabeza en este momento. Os lo dejo debajo y ahora comento un par de cosillas al respecto:

 

Lo primero es que el vídeo me ha gustado tanto (Pierce Brosnan muestra genuina emoción, se le escapa el corazón, al constatar que efectivamente, es el "primer superhéroe de Navan") que a puntito he estado de resucitar mi blog La Pinta Roja... porque la verdad es que echo de menos (un poco, bastante, más de lo que esperaba) Dublín e Irlanda. Esto da para un post más extenso (quizá para mi newsletter semanal), pero resumiendo podríamos decir que Dublín e Irlanda y los irlandeses han dejado una huella profunda en mí, y creo que también en Loida, y de vez en cuando me sorprendo a mí mismo añorándola. Dónde íbamos a cenar, por dónde solía correr escuchando mis podcasts, cuáles eran los planes que hacíamos los findes... sigo considerando a Dublín mi casa. Ya hablaré más a fondo de esto, pero no quiero cortar del todo mi lazo con esta gente. Y este sentimiento casi explota del todo a ver al Tito Pierce casi desmoronándose al recordar (brevemente) su infancia en Navan. Debo hablar de todo esto.

Lo segundo es decir que Navan es una ciudad de poco más de 30.000 habitantes que no tuve el gusto de visitar en mis ocho años de residencia en Irlanda, pero que tiempo tengo para hacerlo. Sé, sin ningún género de dudas, que volveré varias veces a Irlanda en un futuro próximo, así que por qué no conocer la ciudad donde nacieron el señor Brosnan y este periodista (la foto de arriba, por cierto, es una en Navan de Pierce y su mujer, publicada en el instagram del actor). El nombre Navan, por cierto, es un palíndromo, o sea, que se lee igual de izquierda a derecha que de derecha a izquierda, cool, isn't it?

Y lo tercero y último es que qué maravilla que se produzcan momentos así en estas entrevistas que supongo serán interminables para los actores (tendrán que hacer 20-30 atendiendo a mil webs, podcasts, canales de YouTube, medios oficiales...), un chispazo de originalidad y franqueza, donde no hay un señor en piloto automático vendiendo una moto sino un señor hablando con honestidad con otro señor (o, en este caso, un muchacho). Pura vida, que diría Keylor Navas.

PD. Un genio o genia quien eligiera a Pierce Brosnan para dar vida al Doctor Fate en Black Adam. El porte que tiene Brosnan le van de lujo al personaje. Ojalá que veamos más de él.

domingo, 20 de noviembre de 2022

Watcher/The Watcher

Hay algo en la observación, la pura y simple observación, que siempre me ha fascinado. Mirar algo durante un largo periodo de tiempo para ver lo que hace o deja de hacer, o simplemente para apreciar su quietud, me ha resultado siempre algo de lo más interesante. Ver una brizna de hierba agitada por el viento, la terraza del vecino de enfrente (y al vecino cortándose las uñas de los pies), cómo se derrite un hielo en el vasito de cristal de AeroMexico que robé cuando volé con ellos, el desnudo parcial de Pamela Anderson a través de la pantalla del portátil, las líneas negras de roña que conforman la suciedad de mi escritorio, lo que acontece al otro lado de la ventana del autobús que me trae de vuelta a Madrid tras un viaje relámpago a Burgos... todo me deja algo, todo me enreda, a la nada le saco algo; y no es que quiera celebrar la inacción, la pasividad ante la propia vida, pero sí quiero reivindicar desde aquí el noble arte de la observación con el único propósito de ver lo que pasa (o no). 

Leo en internet que la observación, palabra que viene del latín (observare), es una habilidad que nos permite conocer la realidad al examinar detalladamente un objeto o suceso para registrar cómo es y cuantos cambios se produzcan en él. Bueno, yo no sé si observo cosas para registrar nada (más allá de la propia realidad que registran mis ojos por el mero hecho de permanecer abiertos), pero sí que confirmo que al mirar algo durante un buen rato se acaba aprendiendo sobre ese algo. Y aprender algo sobre ese algo, irremediablemente, lo cambia. Ya no es el algo inicial (UNA ALGA), sino un algo distinto; observado, conocido, asumido. Viene todo este rollo a cuento de dos producciones que he visto/estoy viendo recientemente, que prácticamente comparten título, una es la serie de Netflix The Watcher; y la otra es una película de suspense (que no de terror) llama Watcher a secas, sin el The. Las dos tratan precisamente de esto, de observar, de mirar, de centrar los ojos obsesivamente en algo o en alguien; y de cómo estos ojos clavados pueden alterar el ecosistema de lo observado. ¡Tanto rollo para decir que te gustan las pelis de psicópatas y de mirones! Sí, bueno, vale... pero lo cierto es que estas dos producciones han llegado a mi vida así, de repente, sin yo proponerme juntarlas por su temática y título casi replicantes entre sí, y que ambas confirman lo que ya sabía sobre mí mismo desde hace mucho tiempo, que observar obsesivamente algo es algo, valga la redundancia, que me inquieta y atrae a partes iguales.

¿Por qué esa recreación en el simple acto de mirar? Será porque siempre he sido más de interiorizar pensamientos que de expresarlos y a fuerza ahorcan; o será porque siento una curiosidad innata (y posterior desprecio al conocer su realidad) ante lo que me rodea... Lo que sí puedo asegurar es que esta afición por mirar hardcore (la única forma de mirar de Elon Musk) no me ha permitido (¿todavía?) desarrollar la habilidad de la escopaestesia. Esto es  el "efecto mirada en la nuca", cuando percibes que alguien te está mirando fijamente. Resulta que el fenómeno (que en algún momento habrás experimentado o, al menos, CREERÁS haber experimentado) es algo bastante extendido y, en caso de ser este cierto, permitiría a ciertas personas detectar "de forma extransensorial" (¡ojo!) cuando están siendo mirados fijamente. Algo de esto hay (llámalo escopaestesia, llámalo paranoia) tanto en Watcher, como en The Watcher. Las vidas de Maika Monroe, Naomi Watts y Bobby Cannavale se alteran, se perturban, se desnudan, se inquietan ante esas miradas que se te clavan como espadas. ¡¡Ay, esas miraditas!!

sábado, 12 de noviembre de 2022

En la tienda te quedaba guay

¿No es frustrante cuando en la tienda te compras dos o tres cosas porque te quedan guay... pero luego al llegar a casa te quedan como el culo? Como el mismísimo culito que no te entra ya en los pantalones. O a duras penas entra. ¿Acaso uno mengua, engorda o muta en las 2-3 horas que tarda en llegar a casa? Este es uno de los motivos por los que no compro nunca ropa por internet (el otro es que soy rematadamente viejo, "me entró el viejazo", que diría el Loco Gatti). Y es que, si ya me ofrece dudas mi propia medición real de prendas IN SITU, en la PROPIA TIENDA, con mis MANOS METIENDO PANTALÓN EN CULO, qué esperanza puedo tener en que una estimación aproximada de medidas en el ciberespacio satisfaga las medidas de mi culo... Sé qué existe la devolución de prendas y que incluso las propias tiendas corren con el gasto del retorno, pero bastante frustrante es ya que no te quede bien algo como para luego tener que meterse encima en el fregado ese de devolverlo...

-Pero señor, que no es ningún fregado, que van incluso a su casa a recogerlo
-Te ahogaré. Te ahogaré con un jersey del C&A. Enrollaré su manga alrededor de tu cuello y apretaré hasta que ceda.
-... ¿La manga?
-TU PESCUEZO.

Para mí, señor de medidas amorfas, de cuerpo Daliniano (en el sentido de que las carnes se me desparraman por sitios insospechados, como derritiéndose... no, en serio, ¡¿qué se supone que estáis haciendo?!), señor al que le quedan bien muy poquitas cosas y que luego en casa resulta que no me quedaban tan bien, hay pocas experiencias que me den tanta pereza como salir de compras. Porque salir de compras es salir de compras de ropa. Si vas a comprarte un libro, una bolsa de canónigos ya lavados y un cuadernito que no necesitas del Tiger, eso no es salir de compras; eso es salir A COMPRAR ALGO. O salir y hacer compras. Vas paseando y, de repente, decides comprar algo. Si sales de compras no sales a ver las hojas del otoño y la fuente de la plaza y luego a comprar, no, no, vas derechito al ABC Serrano o donde compréis vosotros esa ropa que os queda tan bien a todos. Ojo a esta distinción lingüística entre salir de compras o salir y luego ya si eso se hace alguna compra. Si algún día pongo en marcha otro de mis podcasts de éxito (risas), este es un tema que trataré con urgencia (el podcast que tengo en mente desde hace años y que nunca haré es uno sobre el uso de la lengua, me debato entre dos títulos: "Niño, esa lengua" y "Ahí hay un niño que dice hay" -la frase que nunca dijo ningún niño en España o Latinoamérica-).

En fin, que vais todos muy guapos por la calle, que todo os queda guay, y que yo seguiré tragando con lo de probarme cosas, comprar solo dos de las trece que me he probado, volver a casa, reprobarme las cosas y bueno, vale, tendremos que tirar con esto. Todo con tal de llevar ropa encima de mi cuerpo, algo que no debe BAJO NINGÚN CONCEPTO mostrarse en su público. No solo por la fealdad del mismo, única en su especia; sino porque como decía Seinfeld, la "caída" del cuerpo, así sin ropa, es raro.

viernes, 4 de noviembre de 2022

Mi relación con la comida

Cuando he tenido un día malo, como mucho para alegrarme. Cuando he tenido un día bueno, como mucho para que siga la fiesta. Cuando he tenido un día en el que me lamento por haber comido mucho ayer, como mucho porque, total, como ya comí mucho ayer, what difference does it make. Me gusta comer mucho y me gusta comer, mucho. Me gusta de manera desaforada (esto es, desmedida, fuera de lo común, grande por exceso). No entiendo comer poco si me gusta algo, no entiendo dejar comida en el plato, no entiendo no comer hasta la depravación. Esto, por supuesto, me lleva a situaciones nefastas (terminar almuerzos de maneras absolutamente panzudas, intentos de reseteos prácticamente cada semana, dietas detox-criminales cada cierto tiempo); pero ni siquiera estas se imponen sobre el demonio del hambre que llevo dentro. Y es que la posesión demoníaca que a mí me aflige no me exige recolectar almas, corromper voluntades o batirme en duelo con esos bien entrenados exorcistas de las películas... lo que mi demonio persigue, lo que ansía y no descansa hasta conseguirlo, es comida, más y más y más comida hasta reventar. ¿Qué pretendes, pazuzu de la ingesta? ¿Por qué camino de glotonería me llevas y cuando te desharás de este cuerpo que tomaste allá por su estado zigotil? No me queda otra que plegarme a sus deseos, desabrocharme un botón y aceptar que aquella canción de me lo como tó me lo como tó los garbanzos con chorizo... no era sino el título de mi futura biografía. Buscando fotos para este post di con este libro que debo leer (su portada me vale para el post).

Doctor Sleep no quiere que durmamos

He vuelto a ver Doctor Sleep , la película de 2019 que hace un doble combo desconocido hasta entonces, corregidme si me equivoco: es secuel...