martes, 11 de septiembre de 2018
De qué escribo cuando escribo de escribir
Me encantaba el sonido de la tiza en la pizarra (no sé si era un caso de ASMR antes de que conociera que existía el término). Más que el sonido, el acto de inscribir algo donde no había nada, las infinitas posibilidades para llenar con grafía el vacío (algo así como el terror a la página en blanco reversed). Incluso en matemáticas, una clase que para mí era el auténtico día de la marmota (no entendía nada, nunca, forever), disfrutaba cuando el profesor se ponía a apuntar números en la pizarra. No sabía lo que significaban aquellos símbolos, que para mí no se distinguen de los glifos (signo mínimo de la escritura maya, mind you), pero sabía su peso en mi vida: el de un yunque o un piano que te cae en la cabeza (sin sus devastadores efectos). En las ciertamente molestas clases de análisis gramatical en Lengua las pasaba canutas (el objeto directo, el indirecto, la parte contratante de la tercera parte, ufff), pero el placer que sentía al ver un montón de palabras anotadas en grande en un encerado era lo que me mantenía a flote en el colegio (un sitio donde lo que aprendí de verdad es a escapar, ¡esa fue mi Escape Room! ¡Ahora te cobran por eso!). Lo que quiero decir con esto es que me apasiona la palabra, el lenguaje, la escritura. Me chifla. Es lo que más me gusta del mundo mundial. Si tengo dos horas libres muy golositas en mitad de una semana de trabajo, de esas que te vienen como caídas del cielo, es probable que lo primero que haga es ponerme a escribir. Llevo toda la vida escribiendo. Y todo empezó con las cartas que me escribía con mi amigo Estellés en verano. ¡Cartas! Remember those?
La mayor parte de cosas que he escrito son tonterías: posts, fanzines, secciones para programas de radio, libros de Sensación de Vivir o notas de prensa de partidos políticos de Villanueva del Pardillo (really)... la cuestión es darle a la tecla. Me gustaría tener más talento, conocimientos y disposición para escribir cosas con más chicha; pero tiempo hay para mejorar (tampoco mucho, ya no hay viaje en el que no le haga espacio a las pastillas en la maleta). Muchas veces me he planteado dejar de escribir de golpe, no tocar una sola tecla en, yo que sé, dos meses, simplemente tocarme los pies en mi tiempo libre… pero no puedo. Me gusta demasiado. Soy feliz cuando escribo. El simple hecho de escribir frases en el ordenador mientras escucho música me hace inmensamente feliz, aunque dichas frases tengan tanto valor como el guión de Mi amigo Mac. Me da igual. Voy a seguir. Además de este blog íntimo y personal con Robert Redford y Michelle Pfeiffer, escribo también aquí sobre cine y televisión, y aquí sobre mi vida en Dublín. Y como me encanta también renovar el aspecto de mis blogs, tomad aquí dos tazas.
- ¿Quieres caldo? ¡Pues toma dos tazas!
Generosidad, maravilloso. Yo río el último.
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