lunes, 18 de noviembre de 2019

Spaceman from Pluto

En una de las anécdotas más famosas de Regreso al Futuro (al menos, una de las más famosas para los frikazos del film como yo), se dice que la película estuvo a punto de llamarse Spaceman from Pluto. Esta fue una sugerencia de uno de los jefes del estudio como posible título para esa película de un adolescente que viaja al pasado que tenían entre manos. La respuesta de Spielberg, productor del film, fue mandarle una nota de respuesta al jefe tipo "Jajajaja, muy graciosa la broma, apreciamos tu sentido del humor", como dando por hecho que era una sugerencia de coña, incapaz de ser tomada en serio por nadie con dos dedos de frente; tenía que ser una broma sí o sí. El jefe, después de esto, se tapó. Y la película se llamó como se tenía que llamar. Viene esto a cuento de una entrevista a Tom Hanks que acabo de leer en The Guardian: usa el sentido del humor para atizarle a sus jefes y me pregunto si esta no es la mejor y más efectiva técnica para repartir palos sin dar la posibilidad de réplica. La ironía y la clase como arma definitiva ante la mierda.

Veréis, en la entrevista se tratan varios temas interesantes (como el de cómo atravesó el coronavirus el actor) pero a mí me ha llamado la atención esos dardos que les lanza a sus jefes de AppleTV+ (¿queréis ponerle otra coletilla más a vuestra plataforma de streaming, Apple?). Dice que "se arrodilla ante sus dueños" cuando explica por qué tiene un fondo totalmente blanco en su tele-entrevista (exigencia de AppleTV+), explica que no quiere "molestar a mis superiores" cuando se muestra decepcionado con que su película 'Greyhound' se vaya a estrenar en AppleTV+ y no en cine... y alguna otra puyita que suelta. Todas sus críticas a AppleTV+ (que le habrá pagado un pastizal al tiempo que le ha robado la posibilidad de estrenar la película en cines) son en plan "mis queridos jefes que me tienen atado con un collar y me han puesto un bozal pero a los que adoro y respeto" y me ha parecido maravilloso. No creo que en Apple hayan disfrutado de la entrevista pero ¿cómo decirle algo cuando continuamente se muestra respetuoso con sus geniales amigos de Apple? En fin, que me encanta Tom Hanks y os recomiendo que leáis la entrevista.

sábado, 16 de noviembre de 2019

Mientras trabajo

El tele-trabajo (o, para ser más correcto, el tele-trabajo de oficina) permite ciertas libertades (o, para ser más correcto, libertinaje) que hace la cosa un poquito más llevadera. En mi caso, durante las ocho largas horas que tengo que sentar mi culito blanco delante de la pantalla del ordenador, acuden en mi ayuda unas cuantas actividades de recreo con las que intento aguantar el tirón lo mejor posible. A saber: escucho muchos podcasts y programas de radio (Carne Cruda, El partidazo de COPE, Campamento Krypton), leo muchos periódicos online (El País, El Diario, As) y consulto febrilmente páginas webs sobre cine y televisión (Slashfilm, Imágenes online y... bueno, mayormente estas dos). Pero lo que hago más tiempo de todo el tiempo que me permito a mí mismo perder el tiempo es darle al pajarito azul, Twitter. Hasta la adicción.

Imaginad que montan un parque de atracciones en un agujero negro, esto es Twitter. Cada tweet de cada persona me parece interesante y/o divertido, con links, fotos y vídeos igual de interesantes y/o divertidos... con lo que los minutos, y las horas, se pierden como lágrimas en la (eterna) lluvia (de Dublín). He probado ya unas cuantas veces lo de quitarle la App el móvil, pero eso no me impide consultarlo en mi portátil... el verdadero problema no es el vicio en sí que me supone esta red social sino la cantidad de tiempo que puedo dedicarle. Esto indica que mi trabajo me importa bastante menos que los cantos de un pajarito y que estoy realizando mi trabajo de la peor de las maneras posibles. Pero yo ya no sé cómo hacerlo de otra forma. O sí. Pero ya no me apetece.

viernes, 15 de noviembre de 2019

Tras otra entrevista de trabajo

En mi última TinyLetter os contaba que estaba a punto de tener una entrevista de trabajo y, si acostumbráis a leer el título de los emails, habréis deducido que no me salió lo que se dice bien. Bueno, miento.

La verdad es que la bordé.

Veréis, las entrevistas de trabajo, al menos en Dublín, son complicadas. No son tanto una entrevista en el sentido tradicional de preguntas y respuestas para conocer a un señor, sino más bien un ir a pillar continuo en el que ooooop, sí, me pillaron. Pero, ¿en qué me pillaron? Bueno, pues tras dos horas y cuarto de entrevistas, role plays y mandangas con cuatro personas distintas (repito: CUATRO PERSONAS DISTINTAS -y una que estaba allí de miranda-) parece ser que no me seleccionaron para el puesto porque "en una de las preguntas contestaste que te saltaste una regla de tu empresa con tal de resolver un problema y eso no nos gustó".

Mirad, me inventé esa respuesta.

Era una pregunta tipo, un potro que había que saltar como en clase de gimnasia, y decidí saltarlo con una mentira bien gorda. Porque ante la pregunta de "¿me puedes decir una situación complicada que tuvieras en tu trabajo que resolvieras de forma positiva e inesperada?" solo pude recurrir a la ficción. ¿Qué se creen que es mi trabajo actual, una película de Indiana Jones? No, oiga, es EL BOREDOM. El sopor máximo. Qué situaciones ni situaciones. ¡Mentir era todo lo que podía hacer! Así que me inventé una bonita historia en la que demostraba no solo mi resolución sino mi lealtad a las políticas internas de mi empresa (saltarme las políticas de mi empresa para resolver un problema que la empresa necesitaba resolver me parecía, en última instancia, la mayor prueba de mi compromiso con mi empresa).

En fin, que un 10 en inventiva y un 0 en trabajo nuevo.

No es por ponerme digno pero en realidad no quería el trabajo. No, en serio, todo lo que rodeaba aquel trabajo me daba un poco de yuyu y, si os soy sincero, en estos tiempos inciertos de confinamientos y pandemias es cierto que tener un trabajo es tener un tesoro. Quizá cambiar de trabajo ahora es como cambiar de caballo a mitad del río... no parece lo más aconsejable. Entonces, ¿por qué dije que sí a la entrevista? Porque la posibilidad de dejar mi empresa, tras más de cinco años de puro asco (no cada día pero este sería el titular), es una cosa con la que fantaseo a menudo. Y quería hacer realidad la fantasía.

Lo dejaremos para nunca.

jueves, 14 de noviembre de 2019

Ante otra entrevista de trabajo

Conseguir una entrevista de trabajo no es fácil. Conseguir una entrevista de trabajo en Dublín es dificilísimo. Y ya conseguir una entrevista de trabajo en Dublín llamándote Juan Rodríguez es directamente un milagro. ¿Convertir panes en peces? HOLD MY BEER, YEISUS... Bueno, pues lo imposible ocurrió. La tengo mañana, en apenas unas horas. Antes de esto, me levantaré, puede que salga a correr (aquí aún está permitido y procuro mantener una distancia notable con hombres y gaviotas), me ducharé, esperaré a que nos llegue el router de Virgin Media (tercer intento tras los fallidos experimentos con Eir y Sky -el Coronavirus también afecta a las nuevas altas de internet -mil gracias a nuestra vecina Siobhan que nos dejó usar su señal sin hacer preguntas ni aceptar ninguna compensación-) y me prepararé para tener mi entrevista de casi dos horas por Zoom (... whatever happened to Skype?). He estado preparándome la entrevista en los últimos días pero el problema, el sofoco, me ha venido hoy cuando he investigado a fondo la empresa, sus valores, su "cultura", tal cual se me ha pedido. Mi diagnóstico es el siguiente: son unos ultras que me dan miedo.

No digo que la empresa sea una secta pero sí que aplican comportamientos sectarios a lo que proponen. Creo que se nos está yendo un poco de las manos lo de las "empresas modernas". Puede que lo que ofrecen esté bien (de hecho, lo que más me atrae de la empresa es un software que me tiene intrigado porque lo veo como algo objetivamente positivo, si no fantástico -por magnífico que no por increíble-), pero no puedo eliminar el extraño sabor que me ha dejado en la boca ver vídeos en su web y redes sociales en los que buena parte de sus empleados rinden culto a su empresa como si fueran los Ultra Sur o los del Frente Atleti. Puede que solo sean vídeos promocionales y que la realidad, una vez dentro, sea distinta. Pero también puede ser que realmente prediquen con el ejemplo y todos sus lemas, clips y entrecomillados de somos una empresa guay y tú eres guay y todos somos guay and we are in this together lo lleven tan a rajatabla que a los dos meses quiera saltar por el muro y no parar de correr.

Acudo pues a mi entrevista con la duda de si darlo todo o dejarme ir. No debo ni puedo olvidar lo extraordinariamente difícil que me resulta conseguir entrevistas de trabajo. Pero tampoco puedo olvidarme de toda la mierda que he visto. El acatamiento masivo de directrices, el seguimiento ciego de lemas vacíos, el borreguismo absoluto de lo que sea, aunque ese lo que sea esté pintadito de blanco, siempre me ha dado pánico. SATANIC PANIC.

Ya os contaré cómo va.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Nos hemos vuelto a mudar, otra vez; ahora en mitad de una pandemia

Le contaba hace poco a una amiga que Loida y yo nos mudamos cada 18 meses, somos como uno de esos monstruos de pelis de miedo que reaparecen cada diez años para asesinar y saciar su hambre hasta la siguiente década. Debe ser ya el cuarto o quinto piso en el que hemos vivido (juntos, por separado las cuentas se disparan). ¿Por qué nos mudamos tanto? ¿Es este continuo cambiar de vivienda un reflejo de nuestro despistado discurrir por la vida? ¿Es acaso la prueba de que no somos capaces de crear un hogar? Todas ellas preguntas válidas y necesarias. Sin embargo, en lugar de rebuscar en lo más profundo de mi alma la respuesta a todas estas cuestiones vitales, voy a centrarme en una mucho más inmediata; quizá menos profunda pero mucho más mainstream: ¿a dónde nos hemos mudado?

Hemos abandonado Dublin 12, Park West, la nada; por el centro de la ciudad. Volvemos al downtown, de donde nunca debimos salir. Ahora vivimos en Dublin 1 (los numeritos indican cuán cerca estás del centro; cuanto más se aleje tu número del uno, más autobuses y autogiros tendrás que coger para trasladarte) y yo, personalmente, estoy más feliz que una perdiz. Más feliz que un ave que no tiene la capacidad de razonar, así es. Nuestra zona, nuestro barrio, nuestro “Hood”, se llama IFSC, o sea, International Financial Services Centre. Incluso con un inglés básico, de Opening, podréis deducir que es la parte de la ciudad donde se concentran varias empresas dedicadas a “cosas financieras”. Bancos y cosas de esas. Facturas. Yo qué sé. El IFSC fue creado a posta en los 80 para revitalizar una parte de Dublín que estaba como unos zorros y, picoteando en su página web, parece ser que su importancia en la economía irlandesa es mayúsucula, así que ya le daré un buen repasito en un futuro post.

Nuestro nuevo casero se llama Des (le llamamos Desmondo), es un señor mayor, nervioso, en continuo zigzagueo, al que se le caen los bolis, que olvida y recuerda cosas con cada pestañeo… pero lo más importante de todo es que es UN SER HUMANO. Parece una persona buena o, por lo menos, una persona razonable. No una máquina recaudadora sino una persona con la que se puede hablar. Nos cambió el sofá como le pedimos y nos pintó el piso antes de hacer la gran mudanza. Sobre la campana y tras insistirle en que tras la gran mudanza kajuna no habría sitio para hacerlo, pero lo hizo. Estoy encantado con nuestro nuevo casero. Ahora tenemos, efectivamente, un casero. El anterior que teníamos (al que tengo pendiente enviarle una gran caca por correo certificado) era un ogro, un ser huraño y meramente notarial. Incómodo con todo lo que no fuera cobrar dinero. I’m sorry honey but being a landlord is a whole different thing.

Pero no hagamos leña del árbol recién caído, lo importante es la ola de positividad que ha traído esto a mi vida. Mudarse en Dublín, si eres una pareja y no te cede el piso un amigo, es casi imposible. Es una empresa dificilísima. Y por fin lo hemos hecho. No ha sido un cambio de piso en las mejores circunstancias, precisamente. Una mudanza, buscar reemplazo para tu alquiler y dar de alta y baja los contratos de luz, internet, etc no es lo más fácil del mundo en mitad del Coronavirus –por cierto, no hemos incumplido una sola norma de las impuestas por el gobierno local para contener la propagación del virus, las restricciones a salir de casa no se produjeron hasta unos días después de haber hecho nuestra mudanza… que adelantamos una semana precisamente para evitar quedarnos en el piso viejo con 40 cajas y nadie que nos ayudara a moverlas-. Pero a lo que iba, que nos hemos mudado. Ha sido posible. Es increíble, pero lo ha sido. Y si esto ha sido, ¿qué más puede ser? Espero que mucho. Y espero poder contarlo pronto.

Psssst, pssssst, muchacho, ¿¿pero cómo es el nuevo piso?? Me alegro de que me hagas esa pregunta…

martes, 12 de noviembre de 2019

And now for something completely different...

Cuando tenía 14 o 15 años me dedicaba a escribir unas historias, ciertamente estúpidas, en las que un "héroe de acción" tipo Hollywood besaba a la chica y mataba a los malos (el cine comercial yanqui me crió, no podéis culparme). La primera de estas historias llevaba por título Tumulto y el argumento (que me iba inventando literalmente a cada página que escribía, un "a lo que salga" concienzudo) nos presentaba (también a mí, que era el autor pero no sabía por dónde me iba a salir a mí mismo, como la sombra de Lucky Luke) a Billy Johnson, the hero, en la isla de Malta (¡Malta!) teniendo que sacar de la cárcel a Melanie Sherman, the damsel in distress, a la que habían metido en el trullo por un crimen que no había cometido. O sí. O yo que sé. O puede que a historia tuviera lugar en San Francisco. No sé. Recuerdo que el villano de la tercera parte se llamaba El barón de la birra (que era el nombre que se puso Homer Simpson cuando prohibieron el alcohol en Springfield y él se dedicaba a meterlo de tapadillo bajo este revelador pseudónimo). Era todo bastante tonto. Y me lo pasaba pipa. Me lo pasaba Aron Piper.

Era tal que así

-Hola, Melanie; soy yo, Billy.
-¿¿Pili??
-No... Billy. Billy Johnson. He venido a rescatarte.
-¡Billy Johnson, já! Si has venido a rescatarme de una vida de mediocridad vete por donde has venido. La última vez que vivimos juntos... bueno... diría que tu segundo nombre es Mediocre.
-No... mi segundo nombre es Efigenio. He intentando quitármelo varias veces pero sabes que las cláusulas a este respecto son ciertamente opresivas en España. ¡¡Opresivas!!
-Escucha, Bill... entre una vida en la cárcel y una vida junto a ti, creo que aquí tengo menos barrotes.
-No. De hecho, tienes más. Literalmente, tu celda tiene 50 barrotes. 
-Nunca fuiste bueno para las metáforas, Billy. 
-Si quieres un héroe, aquí me tienes. Si quieres lengua... aquí me tienes también. ¿Sabes a lo que me refiero, Melanie? ¿Me entiendes? ¿ME ENTIENDES?
-... la sutilidad... no. Tampoco se te daba bien. Tú eres más del kiss kiss bang bang, disparar primero, preguntar después. Eres a la sutilidad lo que Joaquín Ramos Marcos al arbitraje.
- ¿Su máximo representante, si bien calvo y barrigudo? Lo acepto. Acepto el papel que me ha tocado jugar en la sociedad, Melanie. Y mi papel de héroe me exige sacarte de la cárcel. Mereces la libertad y yo libertarte.
-¿¿Libertarte?? Querrás decir liberarte.
-De hecho, quería decir Liberto Rabal. ¿Le has visto en alguna película últimamente?
-No desde Carne Trémula.
-Era era buena, ¿eh, Melanie?
-Era muy top. Me gustaba especialmente el cartel, con dos cuerpos apretados, bien ceñidos.¿Es eso en lo que pensabas cuando veías la película, Billy? ¿En nuestros cuerpos, despojados de toda prenda, arrejuntados sin remisión?
-No, solo quería activar los subtítulos para entender a Liberto Rabal. No niego que es talentoso pero la vocalización del actor español siempre me ha generado dudas.
-Habló el que parece que come albóndigas cuando habla.
-No lo parece, siempre llevo una cazuelita encima. Receta de mamá. ¿De qué crees que me alimento, del aire?
-Si el aire está formado por natillas Danet de chocolate, entonces sí, del aire. Escucha guapo, el michelín no engaña.
-Me juzgas por mi físico cuando soy un héroe en toda regla.
-Si las reglas que usas miden los centímetros de manera inexacta, entonces sí, en toda regla.

--- Y así todo el rato. 100 páginas. 200. Una mezcla de James Bond y las películas de Agárralo como puedas. Me entretiene. Como esa gente (sin duda, peculiar) que va haciendo crucigramas en cuadernos especiales de crucigramas. No se han topado con un crucigrama, no; se han comprado un "cuadernillo de crucigramas" para hacerlos todos. Si ellos son felices... the same principle applies here.

Escribí cuatro o cinco "libros" de esto hasta llegar al punto de prescindir de todo argumento, que no era más que una excusa para llegar a los diálogos, que es lo que yo disfrutaba de verdad. Me encanta escribir diálogos. A veces la gente se me queda mirando por la calle... que es cuando reparo en que lo he vuelto a hacer, estoy vocalizando los diálogos que me estoy montando en la cabeza. Siempre he dialogado. Y con este encierro que nos ha tocado vivir (¿todo el mundo sano y salvo?) me están entrando unas fuertes ganas de volver a dialogar. ¿Por qué no recuperar aquellas historias tan tontas que escribía de adolescente y colgar algo en Amazon? El solo hecho de escribirlo ya me merecería la pena. Porque trabajar desde casa en lo que trabajo es, simple y llanamente, tirar mi vida por la gatera. Escribir tonterías no era lo más tonto que iba a hacer en mi vida. Ni de lejos. 

(Si publico Tumulto 2020, de lo que os informaré en estas TinyLetters, se lo dedicaré a mi amigo Estellés, el mayor fan que nunca tuve)
  • Hace poco le puse a Loida una peli late-noventera de las que me gustó mucho en su momento y vista hoy en día pues... psé, pasable, sin más. Me refiero a Kiss The Girls (El coleccionista de amantes), película que se subió a la ola de los psycho-killers inaugurada con Seven y continuada con otro coleccionista, El coleccionista de huesosCopycat y alguna otra. Flojita. Aunque Ashley Judd y Morgan Freeman están muy top.
  • Últimamente me he metido en vena varios podcasts de Campamento Krypton; el de Astérix, el de las películas deportivas, el de Italia en España, el del Hombre Invisible... altamente recomendable.
  • Mi compi Pili Halliwell y un servidor hemos copiado la política "libros gratis para el encierro" y hemos habilitado un link para bajarse gratis nuestro Libro de Sensación de Vivir. Lo hacemos a espaldas de la editorial pero vamos, no creo que vayan a perder ni siquiera un euro. Además, solo puede ser descargado durante un tiempo limitado. No es alta literatura pero lo dimos todo. Yo creo que de las cosas tontas hay que hablar con toda la seriedad que se pueda.
  • Nada más por hoy. Más TinyLetters (he hecho todas públicas y lo seguirán siendo por si esto le entretiene a alguien) en los próximos días. Ánimo y fuerza para todos.

lunes, 11 de noviembre de 2019

Un San Patrick en casa

Escribo esto al mismo tiempo que trabajo desde casa. ¿Sabéis esos trabajos de oficina en los que te puedes escaquear 5-10 minutos cada hora (o cada veinte minutos, para ser más realistas) para mirar Facebook, El País y, en mi caso, los editoriales de Alfredo Relaño en el As? Pues yo estoy aprovechando esa rendijita para escribir una de mis TinyLetter. También en casa hay que mantener las buenas costumbres del trabajo, eso no lo dicen en lo de "no curres en pijama, despeja tu mesa de trabajo" y todos esos consejos tan guays. El mío es este: sigue vagueando en casa del mismo modo que vagueas en el trabajo. Si te has traído el trabajo a casa, te lo has traído con todo el equipo, que no nos vengan ahora con novedades.

Si trabajo desde casa es porque la empresa nos ha dicho que hoy, sí o sí, era obligatorio quedarse en casa. Los únicos que han ido a la oficina son los que tienen alguna situación chunga en casa tipo no tengo laptop o mi compañero de piso se ha puesto a ver Making a Murderer en el living room a todo volumen y no me puedo concentrar (como contó a viva voz una pesada ayer cuando llegó a la oficina en plan "os voy a contar mi drama personal y lo vais a escuchar queráis o no", ¡¡cállese ya, pesada!!). Loida también está trabajando desde casa desde ayer aunque hoy no lo hará. Porque hoy es St Patrick's Day y para ella es festivo. Yo trabajo porque trabajo todos los festivos (¿recordáis hace un párrafo con lo de traerse todo el equipo del trabajo a casa? Literalmente, todo el equipo).

Es, por supuesto, el St. Patrick más extraño que nos ha tocado vivir. Según escribo estas líneas, y según datos del Irish Times, hay hasta el momento 2 muertos y 223 infectados por el Coronavirus en Irlanda. El gobierno ha pedido -no impuesto- dos semanas de vida en casa a todos los ciudadanos para intentar detener la expansión salvaje de Italia y España. Ojalá se contenga en esta isla. Vivimos desde aquí las noticias de España con bastante inquietud y desconcierto (¿se puede ir al Mercadona con toda la peña pero no se puede ir a correr en solitario?); y ojalá pase pronto esta amenaza que tantísimas vidas se está cobrando. Personalmente, aunque puedo entender que el encierro se le está haciendo cuesta arriba a mucha gente, yo siempre he sido la persona más antisocial del mundo; así que lo de quedarse en casa y mantener distancia con la gente es un "welcome to my life" en toda regla. Mis preocupaciones tienen más que ver con mi hermana, mi madre y mi padre. Y mis amiguitos. Por ahora están bien y espero que sigan así forever. Soy de Madrid y me da mucha pena cómo se ha ensañado el virus con mi ciudad. Mucha fuerza desde aquí, os la mando yo, Loida y el Señor Tayto, que para este St Patrick había sacado unas patatas especiales de Bacon y Repollo y otras de Guiso de Carne. ¡Mmmmmmmmmmmmmm!


 

domingo, 10 de noviembre de 2019

Memoria selectiva

No sé si os pasa a vosotros pero a mí cada vez me cuesta más retener, abrazar, to fully comprehend, las cosas que veo. Hace poco he visto varias películas que, simplemente, se evaporan en mi mente poco a poco tras su visionado, como si sus imágenes no hubiesen dejado en mí ningún poso. ¿Se debe a que son malas películas que mi cabeza ha decidido descartar sin ni siquiera informarme o es, en cambio, un síntoma (uno más) de que me estoy haciendo viejo como un bosque viejo? ¿Puede un bosque ser viejo? ¿Hay bosques jóvenes? Bosques teenagers, descubriendo los primeros amores. Los años formativos de un bosque. Se rebela contra sus padres. ¡Malditos bosques teenagers!

Esto me agobia un poco porque me encanta el cine y veo muchas películas y siempre he disfrutado de cierta memoria cinéfila. Siempre he almacenado una cantidad ingente (espero que ingente sea una palabra real) de datos estúpidos sobre actores, directores, años de rodaje, esto, lo otro… Yo era, a mi manera, un pequeño IMDB con piernas y ojos. ¿He dejado de serlo o es, simplemente, que se trata de una racha de pufos que no merecen ser recordados? En cualquier caso, este desvanecimiento de películas recién vistas me ha hecho acordarme de algo que siempre decía mi padre, que es ser selectivo con las cosas. La posibilidad que tengo hoy en día de ver el 75% de la producción audiovisual mundial (¿el 80%? ¿el 90%?) no significa que TENGA que verla. Que Netflix suba un nuevo true crime sobre un jugador de la NFL acusado de asesinato no supone que tenga que darle al play un segundo después (ENGANCHADITO PERDIDO). Quizá todo se reduzca a esto, a ver menos cosas, mejores, más filtradas, para que mi cabecita las retenga todas.

Tengo la esperanza de cribar mejor en un futuro inmediato, puesto que el efectivo uso de mi tiempo libre es algo que cada vez me agobia más. A ver, agobia, duermo a pierna suelta por las noches (caigo en la cama como un saco de patatas –viejas-), pero sí que suelo pensar “¿debo seguir leyendo este libro que no me está contando nada especial cuando hay tantos libros pendientes ahí fuera que está perdiendo su oportunidad de ser leídos en este preciso momento?”. Supongo que si te surge la duda mientras lees o ves algo, es que no es lo suficientemente bueno. Aunque también puede ser que esta sociedad que hemos montado va a una velocidad que te exige consumir primero y preguntar después. Mira la nueva temporada de... O MUERE. Apúntate a esta oferta... OR DIE. Conoce ya el nuevo restaurante de Pepito... OR KILL YOURSELF. Morir no quiero pero a mis neuronas no les dejan muchas más opciones.

sábado, 9 de noviembre de 2019

Año nuevo, vida viejísima

No era mi intención empezar mi primera TinyLetter del año con un mensaje negativo pero tenía que hacerme eco de mi propia realidad (... también podría hacerme Eco del otro, del de los cereales solubles, y no daros la murga a vosotros pero hey, tú te suscribiste a estas cartitas, now deal with it). Vayamos a lo de mi propia realidad, "¿qué quieres decir con que año nuevo, vida vieja, Juanito?". Me alegro de que me hagas esa pregunta. Mira, mi intención cuando pensaba en qué contaros para empezar el año era hacer una lista, entre realista y simpática (más lo segundo que lo primero) de nuevos propósitos para este 2020 que acaba de echar a andar. Que si conseguirme un trabajo más acorde con mis "skills", que si vivir en un piso un poquito más barato, que si poner en marcha esa cosa que quiero poner en marcha desde hace algunos años... y qué pasa, pues que te pones a pensar en cada una de estas resolutions y más que resolutions suenan a pequeñas peliculitas de ciencia-ficción, tan factibles como El Planeta de los Simios (eh, yo a favor de que nos gobiernen unos macacos con mano de hierro aunque solo sea por ver a primates montando a caballo).

¿Será que ya tengo una edad y cualquier cambio me supone un mundo? Siempre pienso que de ser más joven habría dejado mi actual trabajo a los pocos meses pero ahora con las facturitas, con el hecho de a dónde voy yo ahora tras cinco años haciendo algo equivocado, con esto y con lo otro... pues se me hace bola. Y lo de empezar el training, el periodo de prueba, los learnings, los nuevos compañeros, el commuting... UUUUUFFFFF. Un UUUUUUFFFFFF bien grande. No sé si es edad o cobardía. O puede que las dos al mismo tiempo. En cualquier caso, haría mucho mejor si dejara de buscar culpables en plan CSI Pathetic y me dedicara a buscar soluciones. Así pues (me encanta decir así pues), mi resolution auténtica, la que vendría a resumir todas las que ahora me parecen inasibles (existe, la he buscado en el diccionario) es la siguiente:
  • CAMBIA DE PUÑETERA  VIDA, JUAN
Gracias, Juan, intentaré hacerte caso. Por tu bien. Por mi bien. Somos dos, en un reloj. Y mirándonos podrás decir, si ha llegado ya la hora de dormir. 

Buena suerte para todos.
  • Esta semana he escrito sobre el nuevo estreno de Netflix sobre el apasionante mundo del... eemmmm... patinaje sobre hielo. No, a ver, Spinning Out está bien, llevamos tres capis y bien. No es de visión imprescindible pero es un dramilla resultón (confieso que estoy un poco in love de la protagonista, Kaya Scodelario, me parece fantástica, además de guapísima, claro). Algo que sí es realmente interesante, de parar con el mando, es ver si las escenas de patinaje las hace ella o una doble. Lo hacen francamente bien y es complicado decir "¡Actriz", "¡Doble!", yo creo que hasta habrán tirado de superposición de cara con ordenador en ciertos momentos, esto de los efectos especiales visuales ha llegado ya a un punto que... Os reto a ver un par de episodios y afirmar con seguridad "nunca es ella patinando" "parece que a veces es la doble pero es ella la que hace los landings"... es el nuevo culo o codo.
  • También escribí en Brenda Forever sobre todas las películas oscuras de Netflix que empecé a ver pero tuve que dejar por no tener huevos (esto es así).
  • Os voy a dejar con dos recomendaciones chachis: he vuelto a ver Breakdown, un triller noventero de Kurt Russell que es simplemente excepcional, deja todo lo que estés haciendo y ponte a verla ya. Loida no la había visto, yo sí, en cine, cuando tenía la mochila cargada de sueños. Loida quedó plenamente satisfecha. Y yo, maravillado. Es una película estupenda que quiero volver a ver. Para estudiar. Ese guión milimétrico, esa edición conchanuda, esa dirección firmísima. Es una de mis películas favoritas y ni siquiera lo sabía. La otra recomendación es The Woman in The Window. No sé qué tal estará la peli, con sus escenas añadidas y problemas de rodaje, pero la novela es un thriller vecinal (domestic noir) de los que me metería en vena desde que me levanto hasta que me acuesto. Un vicio puro y duro que no se detiene en cosas como la calidad literaria pero, si me preguntan, diré que está estupendamente escrito. O eso me ha parecido.

viernes, 8 de noviembre de 2019

Nah-vidad

De pequeño, adoraba la Navidad (lo voy a poner en mayúsculas porque no me apetece abrir el melón de si se escribe con mayúsculas, con minúsculas o en papiro). Era fan absoluto de la Navidad, de la idea importada de la Navidad, del camión gigante de Coca-Cola, del Santa Claus absolutamente orondo pero perfectamente flexible para colarse por las chimeneas de… vale, a ver, no, en Santa Claus nunca creí, tampoco recuerdo que mis padres conservaran durante mucho tiempo la mentira de los Reyes (ni mucho ni poco, creo que en mi casa nunca existió misterio alguno respecto a quién traía los juguetes a casa), tampoco tenía ninguna razón en especial para ser fanático de estas fiestas… pero las adoraba. Supongo que me gustaban tanto porque me habían dicho, en las películas y en las series que me habían criado, que eran geniales y que si no estabas a favor de obra eras una persona sospechosa.

Ahora, muchos años después de aquella mentira compartida, puedo afirmar sin temor a equivocarme que adoro el espíritu de concordia que trae consigo Santa Claus en el saco (… Santa, en serio, ¿todavía con un saco?), pero no me gusta tanto su avasallamiento. Aquí en Dublín, donde saltan de una fiesta en otra sin solución de continuidad (cuando no es Halloween, es Christmas; y cuando no es Christmas, es San Valentín; y cuando no es San Valentín, es St Patrick’s… no quedan días sin ser celebrados), la invasión es total y absoluta. Tienes que vivir EN NAVIDAD o no vivir en absoluto. Y esto es genial cuando tienes las visión de cuando tenías cinco años y todo era mágico. Ahora ya no la tengo, soy viejo y estoy algo desencantado, con la vida y conmigo mismo pero especialmente conmigo mismo, y esta imposición de felicidad incondicional, felicidad o muerte, me genera cierto rechazo. Porque, básicamente, lo que estas fiestas proponen (¿imponen?) es que seas todo lo feliz que pueda ser un ser humano… y si ya me cuesta esto el resto del año, no os quiero ni contar lo que me está costando ahora.

Me está costando más que ir al gimnasio.
  • Hace poco publiqué en Brenda Forever una lista con mis pelis favoritas de 2019 y the very same fandango con las series. Y, para los muy freaks, colgué un audiocomentario de Scream, una de mis películas de cabecera. This is my shit. This is my jam.
  • Si esta pequeña notita te ha gustado, suscríbete y dile a tu lechero, a tu cartero y a las señoras que compran jureles en el mercado (especialmente a ellas), que se suscriban. Hay que suscribirse a cosas. Es el siglo XXI.
  • Os escribo en 2020. Hasta entonces, ¡Feliz Navidad y próspero año nuevo! Esto también se dice en inglés (“prosperous”)… y sí, ellos también lo usan únicamente una vez al año.  

jueves, 7 de noviembre de 2019

La voz calladita

Venga, admitiré esto en público (si a una TinyLetter dirigida a pocos suscriptores se le puede calificar de "decir algo en público"): tengo la voz callada. De siempre he tenido cierto miedo a expresar mi opinión sobre ciertos temas y es por esto que me refugio aquí, en las teclitas. Siempre lo visto de "no, es que me encanta escribir"; que me encanta, pero también me ayuda a dar salida a opiniones que de lo contrario se quedarían durmiendo el sueño de los justos (yo me pregunto, ¿quiénes son estos justos que duermen como ceporros?).

Tengo ya una edad en la que CAMBIAR, con mayúsculas, es complicado; me contentaría con cambiar con minúsculas, un poquito, un regatito. Suelo callarme las cosas para no perturbar a mi interlocutor, para no aguantar una réplica que no sepa contrarrestar, para no ir a la contra (y suelo ir a la contra, por muy establishment que parezca todo mi ser). Estoy un poco hasta los huevitos de no incomodar, de ser respetuoso hasta el acojinamiento (dícese de ponerte un cojín debajo del culete para que estés cómodo, no confundir con acojonamiento, que es lo que provoca que no hable).

En fin, que es tarde y no quiero indagar más en mi psique de lo que lo estoy haciendo, tan solo quería deciros que uno de mis propósitos de año nuevo va a ser meterme en más fregaos verbales. A ver si empiezo a actuar conforme a mi edad y, cual viejo que se cuela en la marquesina del autobús porque ya SE LA SUDA TODO, empiezo a decir lo que quiero decir.

Y no solo a escribirlo.

miércoles, 6 de noviembre de 2019

El Irlandés (sí el de Scorsese)

A la hora de hablar de El Irlandés, porque hay que hablar de El Irlandés, podría centrarme en lo bien que está hecho el rejuvenecimiento por ordenador de los actores (creo que nunca he visto esta técnica mejor usada –leed este excelente artículo para saber el currazo que ha llevado-), quizá en lo pesados que se pusieron los cinéfilos con “si no aguantas más de tres horas viendo una peli es que eres lerdo” (mucho más interesante, me parece a mí, es preguntarse si la historia de Frank el Irlandés necesitaba tres y horas media para ser contada…); o tal vez en el puesto que ocupa la cinta en el ranking particular de Martin Scorsese (pese a que me ha gustado, no me parece mejor que Uno de los nuestros, El lobo de Wall Street, Taxi Driver, etc.). Sin embargo, me voy a centrar en otra cosa, una pequeñita y que ha necesitado de unas cuantas décadas para que la aprecie: Joe Pesci.

Este señor, que apareció en mi vida en Arma Letal 3 y al que sentí la necesidad de asesinar desde el primer fotograma, me parece lo mejor de El Irlandés con diferencia. De Niro y Al Pacino están bien, claro, pero… ¿hacen algo distinto de lo que han hecho siempre? Es sorprendente la interpretación reposada, reflexiva, casi taciturna que entrega Joe Pesci; tan soberbia que casi me hace desear que la película se hubiese llamado El amigo del Irlandés y que el foco le hubiese iluminado a él todo el rato. Solo por su maravillosa interpretación ya me ha merecido la pena ver El Irlandés, de la que, no puedo negarlo, esperaba un poquito más.

También he visto Marriage Story y, por supuesto, tengo que hablar de Marriage Story (si no hablas de estas dos películas creo que te cierran las cuentas de Twitter y de TinyLetter). Esta me ha gustado un poquito más, me ha llenado un poquito más. La anterior peli que vi de Baumbach (una de Naomi Watts y Ben Stiller intentando seguir siendo jóvenes y cool) ya me dejó buen sabor de boca con su historia interesante, dramática, pero metida con cucharaditas de humor. Esta historia del matrimonio me confirma lo apuntado entonces; me encanta como este hombre deja destellos de humor, apuntes casi absurdos, rematando secuencias aquí y allá. Le da un estilo personal muy interesante. Pero más digno de alabar que esto es esa mega-bronca de la pareja protagonista de unos ¿siete minutos? que acaba con los dos personajes rotos y pidiéndose perdón por las burradas que se han dicho el uno al otro. Una secuencia demoledora que, cada vez que necesitaba de una nueva toma, debía iniciarse desde el principio debido al calentamiento gradual de ambos en la discusión. Es por cosas como estas por las que admiro a los actores… la mayor parte del tiempo. ¿Te atreverías a exponerte entero (enterito, desde el dedo gordo del pie hasta el extremo más recóndito de tu alma) solo porque es lo que pone en unas hojas que se ha imaginado un señor? Por cierto, un monumento ya para Laura Dern (me encanta cuando llega absolutamente emperifollada a su primer encuentro con Scar-Jo y le pide disculpas por presentarse “con estas pintas”, jajajaja).

Y, mirad, ahora mismo no tengo tele en casa, no puedo hacer zapping. El único canal que tengo es Netflix. Y veo lo que ponen. Cuantos más Irishmen y Marriage Stories pongan, mejor. Lo de rebuscar en su reverso tenebroso es divertido pero para un rato, prefiero caminar la mayor parte del tiempo viendo por donde piso.

PD. No quiero ni debo olvidarme de otro ejemplo maravilloso de concreción interpretativa en The Irishman, la de Anna Paquin en sus escasos minutos en pantalla. Crack absoluta.
  • En cosas que he escrito últimamente, en Brenda Forever he comparado el remake de El Padrastro con su versión original, he hablado de una película de Nicolas Cage QUE NO ESTÁ NADA MAL (¡en serio!) y me he sacado de la manga un Abecedario Teenager (para el adolescente de ayer).
  • En lecturas provechosas, toca especial Irlandés. Lo que he apreciado de Joe Pesci (contención), se lo reprocho a la narración de The Irishman (¿dónde está el rock and roll que le mete Scorsese a las historias de gángsters?). En este estupendo artículo, Christina Newland afirma que el toque “glacial” es voluntario, que la intención de Marty es desmitificar un mundo que glorificó en el pasado y que esta es, de hecho, su despedida del género. ¿Será verdad?
  • Este texto de The Guardian se arremanga y discute el final de la película, las motivaciones de ciertos personajes y qué es real y qué no en la peli (y en el libro de Charles Brandt). Muy recomendable si, como a mí, os gusta masticar las películas un buen rato.
  • Cuentan aquí que más de 26 millones de personas (bueno, “hogares” donde puede haber más de una) han visto El Irlandés en su primera semana y se espera que al menos 40 lo hayan hecho antes de acabar el mes. ¡Va como un tiro, ese Irishman! Es más bien un Rocket Man. Eso sí, “ver” significa para Netflix haber aguantado al menos el 70% de lo que dure la peli o serie en cuestión. Comparada con Bird Box, la de Sandra Bullock con una venda en los ojos, esta hizo mejores números: 35 millones en su primera semana y 80 al final de mes.
  • Por cierto, no sé si el especial “A conversation”, con el director y los actores protagonistas, aparece en Netflix solo después de ver la película entera (a modo de “premio desbloqueado” una vez has aguantado las tres horas y diecinueve minutos sin créditos que dura The Irishman), pero es muy recomendable en cualquier caso. Lo que más me llamó la atención es cómo los actores debían modular sus movimientos en función de la edad que tuviera su personaje en esa escena en concreto (Scorsese cuanta cómo Al Pacino en una escena se levantaba como un tipo mayor de los 39 años que en teoría tenía Jimmy Hoffa en ese momento y que a esa edad uno se levanta del sofá con un poco más de energía…).
  • Y no quiero abandonar el tema del Irishman (vaya, Juan, para no haberte encantado, no dejas de hablar de la película…) sin hacerme un recordatorio a mí mismo: localizar y ver la peli sobre Hoffa de los 90 protagonizada por Jack Nicholson, escrita por David Mamet y dirigida por… ¡¡Dany De Vito!!
  • De Marriage Story os dejo dos artículos publicados en Vulture: la entrevista con la estrella indudable de la película, Laura Dern; y la entrevista con la Laura Dern real, es decir, la abogada que inspiró el personaje que interpreta Laura Dern. Voy a escribirlo otra vez: LAURA DERN. Oh My.

martes, 5 de noviembre de 2019

El irlandés (no el de Scorsese)

 Llegué el otro día de vuelta a Dublín tras pasar unos días en Barcelona. La cantidad de comida que ingerí es... cómo decirlo... ¿cuánta comida necesitan los gorilas en todo un año? Pues el doble. En menos de una semana. Pero no quería hablar de eso, sino del peculiar, noble e irritante modo de ser del irlandés. Estábamos en que había vuelto de Dublín y, tras pegarme casi una horita en el autobús que va del aeropuerto al centro de la ciudad, ahora me tocaba mi tercer viaje del día: el del segundo autobús, el que me llevaría del centro de la ciudad a Park West, la suerte de polígono industrial-barrio falso donde vivimos, que limita con uno de los peores barrios de Dublín, Ballyfermot. El autobús habitual que cogemos para ir a casa, el 79 o 79a, es famoso por sus retrasos o desapariciones; por cualquier cosa menos por su puntualidad, vamos. Pues eso, allí estábamos yo, con mi maleta y mochila (10 kilos en la maleta y unos cinco en la mochila, iba cargadito) recién llegado a la parada y con ganas de llegar a casa y sentarme en un sofá y tocarme los pies y disfrutar del hecho de que ese día no tenía que ir a trabajar (siempre motivo de celebración); y un montón de irlandeses que, a juzgar por sus caretos y rebufos (¿es rebufos una palabra?), llevaban esperando unos 15 minutos (luego escuché a un chino rajando con un colega y parece ser que la espera era ya de casi media hora... para un autobús en el centro de la capital de Irlanda). En fin, que los ánimos estaban "a flor de piel" (in flower of skin) y la gente estaba que se subía por los paredes (de hecho, este podría ser el nacimiento de Spider-Man y no lo de la araña radiactiva, Peter Parker sencillamente no podía soportar más retrasos del autobús y su cuerpo tenía que sacar toda esa ira de alguna forma). El momento cumbre, cuando toda aquella caterva (¿?) de gente estaba dispuesta a estallar, fue cuando no uno, sino DOS autobuses llegaron a la parada, aparcaron, volvieron a arrancar y se marcharon sin recoger a un solo pasajero ("fuera de servicio"). Allí solo faltaba una mecha para el BOOM!

... Pero hete aquí (E.T. here) que, de repente, llega un tercer autobús que en lugar de recoger pasajeros aparca, apaga el motor y el conductor se baja y se pira. Yo quería atravesar una de las ventanas del autobús, agarrar el trozo de cristal más afilado, y segarme el cuello allí mismo. Pero no. Lo que ocurrió fue que una gaviota se posó justo encima del autobús, como mirando al horizonte, y una voz gritó de entre la multitud:

- Look, the seagull is going to take the bus!

La peña SE MEABA. Todos los irlandeses, en su infinita inocencia y borreguidad, comenzaron a DESORINARSE. Y allí ya no había nadie enfadado. Nada ocurría, nada pasaba. No existían autobuses, ni retrasos, ni hartazgos. Todo era sencillo, directo, amable, relajado, un "go with flow" que hace del irlandés una persona entrañable. Y a la que veces me encantaría darle una bofetada.

domingo, 3 de noviembre de 2019

Cosas raras

Lo primero que quiero hacer esta semana es pedirte perdón por la Notita en clase de la semana pasada. Recibí una pregunta de si el email publicado en la TinyLetter era un mensaje real que había recibido yo en mi correo personal y también he visto que ha sido la Notita menos abierta de todas las enviadas hasta ahora (TinyLetter te ofrece datos de "número de aperturas" y esta ha sido, con diferencia, la menos abierta y, por lo tanto, leída -muchas veces será abierta y borrada sin ni siquiera ser leída, correcto, pero es literalmente imposible no abrirla y poder leerla-). Así pues, supongo que una aclaración por mi parte es necesaria: lo que repiqué (no sé muy bien si existe esta palabra) como TinyLetter la semana pasada no era sino un email que recibí en mi trabajo. Ese tipo de emails, de príncipes nigerianos pidiendo ingresos o hackeadores "profesionales" que te intentan chantajear, se suelen borrar (o "completar", en el absurdo lenguaje tecnoestúpido de mi trabajo) sin más miramientos. Pero en esta ocasión me quedé a leerlo hasta el final, me hizo "gracia", y decidí que como lectura en el metro, el autobús o en el baño (o donde quiera que leas estas Notitas) sería cuando menos entretenida. Parece ser que, más que "gracia", lo que provocó un email raro sin ninguna explicación previa por mi parte fue cierta inquietud. Y no te culpo, oye, en estos tiempos prevenir es curar, así que creo que hiciste estupendamente si lo borraste directamente. La próxima vez que haga algo así pondré unas líneas aclaratorias.

Hablando de cosas raras, como reenviar un email de spam a mis subscriptores personales porque me parece "gracioso", lo cierto es que este es un género que trabajo habitualmente. El de las cosas raras. Siempre he sido bastante raro y, pese a mis múltiples peticiones a Dios (como cuando Joey le pidió no cumplir más de 30 años), la rareza nunca ha abandonado mi cuerpo. Supongo que hay señores que te pueden exorcizar y sacarte al demonio del cuerpo pero ¿rarezas? No, esas no te las podemos sacar, muchacho. De todas formas, nunca he deseado que la rareza abandonara TOTALMENTE mi cuerpo. ¿Ser más normal? Me hubiese encantando. ¿Ser completamente normal?... Nah, déjame un poquito de la cosa rara. La rareza en mí nunca ha sido vista con desprecio, si acaso con incomprensión. Esto viene a cuento de una entrevista que le hacen en El País a Juan Carlos Ortega, el locutor y humorista de la SER, donde le preguntan por esto de ser raro. Creo que más o menos podría compartir su respuesta:

- Esa vocación de parodiar le viene de esa infancia solitaria. ¿Lo consideraban raro?
- Sí, sí, siempre he sido el raro, definido como tal. Pero nunca me preocupó. No he tenido una infancia triste ni me sentía mal. Creo que sentirse raro es compatible con sentirse bien. En ningún momento sufrí. Tampoco había mala leche o mala fe en mis amigos ni en la gente que me veía así. Se me aceptaba. No tuve una mala infancia, pero sí que era raro.

Os recomiendo que paséis por el aro y os acabéis haciendo la dichosa cuenta para leer los "artículos bajo registro" (solo quieren tu email para spam, no te cobran) porque la entrevista merece mucho la pena; por ejemplo, lo que dice sobre tener un hijo es justo lo que quiero yo. Pero volviendo a su respuesta sobre "ser raro", pues eso, que mola mucho no renegar de lo que es uno. Los raros unidos jamás serán vencidos. Salvo en el patio de un colegio de los 90. Ahí fuimos masacrados.
  • En cosas que he escrito (si no me hago autoBOMB en mis propias epístolas electrónicas o e-pístolas, dónde lo voy a hacer), os cuento que en Brenda Forever he recuperado la sección Programa doble donde recomiendo combos peliculeros o seriéfilos, como por ejemplo los de Ouija: El origen del mal/Doctor Sueño o el de Vice Principals/Luce; también he recomendado otras dos películas dark de Netflix como son Teen Witch y The Domestics; me he venido arriba deslizando cinco sugerencias para el reboot de Pesadilla en Elm Street; me he tomado el tiempo que Keanu Reeves se merece para analizar la película Réplicas y he hecho un revisionado (a fondo, ojo, sacando pantallazos y todo) de la primera Los Ángeles de Charlie del inefable McG (también hablé de la segunda parte hace unos meses).
  • No quiero recomendaros ningún artículo de los que he leído últimamente, sino contaros que he enmendado un gran error. Veréis, adoro las revistas y siempre procuro estar atento a cualquier novedad en los kioscos (o, más concretamente, en las secciones de revistas de las tiendas y grandes superficies, que kioscos en Dublín... pocos). Hace tiempo me fijé ya en Hot Press, todo un clásico dublinés e irlandés sobre la música (iba a escribir "sobre la escena musical" pero quedaba demasiado "texto de revista", jajaja). Siempre me ha interesado Hot Press, por diseño y por historia, pero como de música estoy pez pues nada, algún número suelto con lo mejor del año y ya. Iba a comprar el número 1000 de la revista hace cosa de un mes y lo dejé pasar porque... pues no sé muy bien porqué, para no gastar, que parezco una tragaperras de esas de películas cuando toca el premio, expulsando monedas non-stop. Bueno, pues me arrepentí de no pillarla porque al ser un número histórico quería tenerla (yo soy muy friki para estas cosas... bueno, y sin el "para estas cosas"); y la he terminado comprando en un cutre Spar con su pegatina del precio encima de la foto de U2 (han sacado portadas distintas con varios artistas -inicialmente me iba a pillar la de Madonna como un rookie... afortunadamente en el Spar solo quedaban de U2, banda irlandesa en la portada, como Dios manda). Aún no he leído la revista, sólo la he ojeado (el primer placer del lector de revistas, el ojeo -y el hojeo- febril), pero ya os digo que por muy pez que esté en música ha sido un acierto total haberme hecho con ella. Este "hecho" lleva "h", ¿verdad? ¡Hasta la semana que viene!

viernes, 1 de noviembre de 2019

Email recibido en mi trabajo (ojo a lo destacado en amarillo)

Hello!

I am a hacker who has access to your operating system. I also have full access to your account.

I've been watching you for a few months now. The fact is that you were infected with malware through an adult site that you visited.

If you are not familiar with this, I will explain. Trojan Virus gives me full access and control over a computer or other device.
This means that I can see everything on your screen, turn on the camera and microphone, but you do not know about it.

I also have access to all your contacts and all your correspondence.

Why your antivirus did not detect malware? Answer: My malware uses the driver, I update its signatures every 4 hours so that your antivirus is silent.

I made a video showing how you satisfy yourself in the left half of the screen, and in the right half you see the video that you watched.
With one click of the mouse, I can send this video to all your emails and contacts on social networks.
I can also post access to all your e-mail correspondence and messengers that you use.


If you want to prevent this,
transfer the amount of $850 to my bitcoin address (if you do not know how to do this, write to Google: "Buy Bitcoin").

My bitcoin address (BTC Wallet) is: 3JPdsEkcxv715Th7hN7fgoUYds22xBaPno
(It is cAsE sensitive, so copy and paste it).

After receiving the payment, I will delete the video and you will never hear me again.
I give you 50 hours (more than 2 days) to pay. I have a notice reading this letter, and the timer will work when you see this letter.

Filing a complaint somewhere does not make sense because this email cannot be tracked like my bitcoin address.
I do not make any mistakes.

If I find that you have shared this message with someone else, the video will be immediately distributed.

Best regards

jueves, 31 de octubre de 2019

Ruiditos

¿Cómo le digo a mi compañera de trabajo, la que se sienta justo detrás de mí, que cada vez que se levanta, se mueve, abre el cajón, cierra el cajón, mueve la silla, abre su mochila, cierra su mochila, saca ese yunque que transporta de un sitio a otro… HACE UN RUIDO QUE ME QUIERO ARRANCAR LAS OREJAS? Soy viejo, soy maniático, tengo una capacidad infinita para el odio de las pequeñas cosas. A mí, esta chica, que se llama como la hermana de Scully y esto ya sería un punto a favor, me tiene frito. Siempre he sido extremadamente sensible a los ruiditos, no los soporto. También soy sensible a los RUIDAZOS, que son los que practica mi buena amiga de detrás. No los soporto más y, por extensión, no la soporto más. No en este plan. Pero, ¿cómo decirle educadamente a una compañera de trabajo que hace un ruido insoportable cada vez que mueve una articulación?

No hay forma humana en la que yo (la víctima, sin ninguna duda) quede como una persona razonable. Quejarse de que alguien, en una oficina, “hace mucho ruido cuando se mueve”… es como de loco, como de pirado. “Estoooo, perdona, ¿me estás diciendo que hago ruido cuando hago cosas que… generan ruido?”. ¡¡¡Sí!!! ¡¡Eso exactamente!! ¡Palabra por palabra! No, en serio, hace mucho ruido. Como dijo Coto Matamoros del tono de voz de Karmele Marchante, es un sonido que te perfora la cabeza. Por favor, querida amiga, DETENTE. Pon fin a este abuso sonoro, muévete como una ninja o, mejor aún, como una persona normal. ¿Es necesario estampar el cajón como si estuvieras dando un portazo? ¿Qué te ha hecho nuestro suelo enmoquetado para lanzarle tu mochila de trekking cada tarde, y varias veces, además? ¿Por qué cuando te pones el abrigo acontece un estruendo, eres acaso la Diosa del trueno? La Diosa del trueno que toca los timbales con el material de la oficina. Stop right now thank you very much I need somebody with a human touch.
  • Esta semana me he preguntado dos cosas en Brenda Forever: si una nueva Scream resultaría mejor con o sin Sidney Prescott (entre otras muchas dudas) y si las series adolescentes actuales serían más disfrutables sin misterios, crímenes y/o cosas paranormales; además, he hablado de un par de pelis “oscuras” de Netflix (o sea, de las que no te saltan de primeras sino que tienes que arremangarte para encontrarlas): The Heavenly Kid y Office Uprising.
  • En la notita en clase de hace unas semanas me planteaba si la crítica cinematográfica es un arte; si podía considerarse una “creación” a lo que es, básicamente, hablar de la creación de otro señor o señora. Yo creo que sí, pero esta debe venir firmada por alguien con conocimientos, sensibilidad y capacidad para iluminar la obra en cuestión. Los críticos de cine que más me gustan son aquellos que exponen las cosas muy claras, que lo cuentan muy sencillo. La sencillez, creo, es dificilísima. Hace poco inicié una serie de críticas semanales de películas oscuras de Netflix y me cuesta mucho resumir de manera clara, concisa y, a ser posible, con algo de chispa, de qué va la película y por qué considero que es buena, mala o regular (uno de los “retos” añadidos de esta columna semanal autoimpuesta es el de destacar siempre algo positivo de la película, intentar evitar el sarcasmo o hacer leña del árbol caído, que es una manera muy fácil de resolver cualquier crítica… y es algo en lo que he caído no pocas veces en el pasado). Os dejo tres ejemplos de críticas de estrenos recientes que me han encantado: Glenn Kenny de Joker en Rober Ebert.com, Chris Evangelista de Doctor Sleep en Slashfilm y Giovanni Casella de Louis Riel, un cómic biográfico en Zona Negativa

martes, 29 de octubre de 2019

Marty

Esta semana no tengo mucho más que deciros que leáis la carta de Martin Scorsese al New York Times y os deleitéis tanto como lo he hecho yo. Entiendo que un texto tan bien escrito, tan apasionado y tan conocedor de lo que dice será gozado no solo por los más acérrimos seguidores del director, sino también por todos los que parece que se sintieron ofendidos por sus críticas a las películas de Marvel (no son cine sino parques de atracciones). Si os digo la verdad, no soy el mayor fanático de Scorsese (me gustan la mayoría de sus clásicos, of course, pero no me inquieta en absoluto no haber visto Silencio, por ejemplo) ni tampoco lo soy de las películas del Capitán América y compañía (me gustan las de DC porque soy de Superman y siempre he ido un poco contracorriente en algunas cosas muy particulares). Entiendo que las películas de DC son algo más arriesgadas que las de Marvel (la reciente Joker o el Superman de Zack Snyder pueden ser dos ejemplos), pero también entiendo que las diferencias son mínimas y vendrían a ser “la misma mierda” para un tipo con el bagaje de Scorsese.

A ver, no puedo negar que disfruto con buena parte de la basura producida Hollywood (me ha divertido ¡la sexta parte! de Terminator y tengo muchas ganas de ver Doctor Sueño), he sido educado en ella; pero que me caiga un rayo en la cabeza si no es verdad que hay fines de semana en los que Loida y un servidor echamos un vistazo a la cartelera y sentimos repelús de tanto (de solo) efectos especiales, explosiones y enésimas entregas de franquicias viejas como bosques. Lo que dice Scorsese de que ahora en las multisalas solo se ofrece un tipo de comida lo vivimos cada semana aquí en Dublín; películas tan interesantes y reivindicables como The Last Tree, Our brand is crisis o Gringo, que no son arties sino productos comerciales donde hay un mínimo de visión artística apenas aguantan cuatro o cinco días en la cartelera, son apartadas a codazos por la última “reimaginación” de Los Pitufos o el tercer spin-off de Fast & Furious. Son días tristes y duros para el cine comercial americano, asumo mi parte de culpa en el asunto y os invito a buscar buenas películas, mejores que las que yo veo.

lunes, 28 de octubre de 2019

El autobusero justiciero

Loida y yo mantenemos una batalla con los conductores de autobuses de Dublín. Es una batalla que estamos perdiendo. Siguen llegando tarde y conduciendo con el culo. No quiero meter a todos en el mismo saco, sino en el mismo AGUJERO NEGRO. Todos y cada uno de los conductores de Dub--- bueno, vale, hay uno que nos cae muy bien porque tiene una carilla muy graciosa y porque siempre se para a hablar con los viejecillos (Dublín es un barrio grande y se conocen todos). Pero bueno, a lo que íbamos, que los autobuses de Dublín son una de las peores cosas de la ciudad y sus afrentas a los pasajeros son diarias. Son como Terminators, nunca se detendrán. Es por esto que me sorprendió enormemente, fue casi refrescante, cuando el otro día un autobusero me puso en mi sitio. Kinda.

Veréis, hace poco salimos a disfrutar de un inesperado día de sol en esta ciudad rica en cielos grises, nos marchamos a hacer una buena excursión fuera de Dublín, a que nos dieran los rayos bien en los caretos. Para ello, puesto que vivimos en una zona que podría llamarse Non-Plus Ultra, es necesario pillar un tranvía, luego un bus, quizá un tren... en fin, hay que hacer el encaje de bolillos para atravesar la ciudad y poder salir de ella. Y como el transporte público cuesta un ojo de la cara y un cachito de bazo, lo mejor es salir siempre de casa con tu Leap Card (la tarjeta de transportes para ahorrar unas perrillas). Como soy un pardo bazán, salí de casa sin ella (¡justamente ese día!) y tuve que hacer todos los trayectos (y fueron unos cuantos) pagando de mi bolsillo, en efectivo, en cada tranvía, autobús y... no, el tren finalmente no lo necesitamos. Me dejé creo que alrededor de 10 euros en transporte, puede que más. ¡Nunca salgas de casa sin ella, Juan, es como la tarjeta de crédito de Batman en Batman & Robin! ¡Expiry Date Forever!

El tema viene ahora, en mi ultimísimo viaje del día: no tenía la cantidad justa para mi viaje de Blackrock al centro de Dublín (3,30 euros), solo tenía 3,10 o, rebuscando mucho entre mis monedillas ridículas, de esas que no valen para nada, 3,12, quizá 3,14... esto le intenta explicar al autobusero, ante los resoplidos de la gente que estaba detrás de mí esperando que pasara ya para pasar ellos. Le dije al autobusero que allí no había más cera que la que ardía, que solo tenía 3.12 o 3,14 como mucho... El autubusero me dijo que el importe era 3,30 euros. Le rogué (rogue one) con la mirada poder entrar y el tipo me replicó o siguiente: "Bueno, sube, tú verás, el importe es 3,30. Seguro que no te pones a negociar el precio de las cosas en las tiendas a las que vas, ¿a qué no? Anda, sube". Puesto en mi sitio, le dije que no, que no negociaba precios en las tiendas, le dije que gracias. Y subí. Venía cargado con bolsas llenas de libros y cómics (de qué si no), y el autobusero seguramente estaría ya hasta los webs de gente que le regatea el importe cuando es evidente que se han dejado la pasta gansa anteriormente en cualquier otra cosa.

En mi descargo, en mi download, diré que 1) En las tiendas puedo pagar con tarjeta de crédito, con tarjeta de débito y hasta con billetes de 10, 20 o 50 euros (en los autobuses de Dublín solo puedes pagar en monedas y en el IMPORTE EXACTO -suerte si eres un turista y desconoces las zonas y los precios-); y 2) ¡Solo eran 16 centimillos, compadre! Pero no, lo cierto es que el tipo demostró una dignidad, una solemnidad, que me dejó sin palabras. Es cierto que no estamos aquí para regatear precios con el tipo que te llevará a casa. Perdona, autobusero.

 

domingo, 27 de octubre de 2019

La conclusión

A la hora de replantear mi futuro (algo que hago cada mes, sin resultados aparentes) suelo llegar a una conclusión: dejar de escribir. Lo que escribo no me da dinero y me quita tiempo, y si juntamos estos dos factores a un tercero (voy teniendo ya una edad), la conclusión va ganando peso cada mes, se ha puesto bien hermosa, está ya para participar en un combate de sumo. Es una CONCLUSIÓN que parece imponerse como la única posible para darle un pequeño giro a mi vida (además va en negrita, o sea que…). Todo esto de los blogs, los podcasts, los proyectos de libros, las entrevistas… todo esto es muy teenager, ya está bien, ya pasó. Let it go, que dirían en Frozen.

Pero la frase promocional de Gravity es “Don’t let go”; y antes de que te preguntes “¿pero este tipo basa sus decisiones vitales en las frases promocionales de las películas?” (OF FUCKING COURSE, ¿TÚ NO?), te pregunto yo lo siguiente: ¿Merece la pena acabar con algo que te gusta mucho tan solo por probar? Porque si bien todo lo planteado anteriormente es cierto (si dejara de escribir no perdería dinero y ganaría tiempo… que debería emplear de mejor forma dada la edad que tengo), también lo es que escribir me da un gustirrinín inmenso. No puedo decir que comerme unos donettes me proporcione más placer que escribir un texto sobre la última película que he visto. Escribir me hace feliz. Dejar de escribir en busca de nosequé cambio vital no sé si me hará feliz. Y la verdad es que no puedo, a estas alturas de la película, plantearme un camino intermedio como podría ser rebajar la cantidad de textos que escribo a la semana o escribir un mes sí y uno no… si voy a “cambiar”, lo mejor sería tirarme un año entero sin escribir una sola coma, algo que no hago desde… no sé, ¿desde el colegio? No recuerdo un tiempo en mi vida en el que no escribiera. Ya en el colegio escribía unas historias muy tontas a lo que llamaba libro (TumultoCual Ave Fénix y alguna otra tontería imprimí y distribuí por ahí). Siempre he escrito. Tengo textos banales dentro de mí y debo sacarlos fuera. A ver cuando fundan el diario La Banalidad y puedo, además de escribir, ganarme la vida con ella. Algo que, para seros sinceros, casi he descartado de mi vida, trabajar haciendo lo que más me gusta.

Es verdad que uso el escribir como ese colchoncito donde caer cuando no sé muy bien qué hacer. Hala, pues me pongo a escribir un texto chorra (que, objetivamente, no tiene gran valor) y ya está, evitando digievolucionar en mi vida. Ojalá pudiera encontrar un término medio, evolucionar sin extinguir mi hobby favorito. A lo mejor tengo que hacer la prueba radical de un año sin tocar un teclado para ver qué tal. Si eso ocurre, ya os contaré. Bueno, no.
  • Esta semana he escrito una nueva entrega de las películas más secretas y oscuras que se pueden encontrar rebuscando mucho en Netflix, he contado cuál es mi relación personal con las series de Superman que se han hecho a lo largo de los años y he recomendado la película Eli, que es de terror aguantable (da miedo pero te puedes acostar sin ir encendiendo todas las luces hasta que llegas a la cama... aunque Loida me pidió que encendiera la del dormitorio y entrara yo primero, jajajaja).
  • Ser gay en el mundo del fútbol es imposible. A ver, no digo que no haya gays, que los hay, lo que digo es que jugadores que sean públicamente gays como que no hay. Recuerdo que hace muchos años ya, prácticamente eones, el Real Madrid no se decidió a fichar al alemán Jurgen Klinsmann (un pedazo de delantero centro) porque se decía, se rumoreaba, que podía ser gay. El fútbol ha sido siempre “cosa de hombres” y que la afición acepte a un jugador homosexual es algo que no creo posible hasta el 2097 o algo así. Solo hay que leer algunas de las cosas que dice Bellerín en esta entrevista. No se ha declarado homosexual pero sí seguidor del mundo de la moda… le han crujido en varios campos de la Premier League por esto. Así está el patio. (Otro tema sería el de periodistas deportivos gays, puesto que este es otro coto cerrado donde las tertulias de muchos programas acaban derivando en estas “cosas de hombres”, quizá a modo de chascarrillo, sí, pero ahí siguen… tiene pues, muchísimo mérito, que el reportero de la Cope Juan Antonio Alcalá se declarara públicamente gay hace algunos años).

sábado, 26 de octubre de 2019

La segunda venida

Hablemos de la fe. En un estupendo cómic de la editorial Ahoy (lo iba a publicar DC pero se rajó ante las quejas de esa gente loca que se pone siempre muy nerviosa) estoy encontrando algunas de las mejores reflexiones sobre la sociedad de nuestros días; no solo sobre la fe o falta de ella, sino sobre nuestra responsabilidad para con la sociedad volcánica que estamos creando (la situación en Cataluña, ante la que ojalá imperen las voces más calmadas, es un ejemplo), nuestro comportamiento con los demás o nuestro comportamiento con nosotros mismos (¿cuántas mentiras nos contamos para seguir tirando?). Todo esto, que parece muy denso y muy aburrido y qué me está contando este señor en este boletín al que me apunté nosemuybienporqué, es en realidad una lectura disfrutabilísima. El invento se llama Second Coming (La Segunda Venida) y es, básicamente, una buddy movie en la que los polis son Jesucristo y Superman. A ver, por temas de derechos no pueden usar a Superman, por lo que aquí le cambian un poco el traje y lo llaman Sunstar… que es lo suficientemente parecido y lo suficientemente diferente como para evitar demandas (y en lugar de la “S” le ponen una estrella y a correr).

Resulta que Jesús regresa a la Tierra y se encuentra con que ahora la gente únicamente cree en los superhéroes, concretamente en Superman Sunstar… que resuelve la mayoría de los problemas a puñetazos (o, como dicen los yanquis, “punches his way out of things”). Esto, a Jesús, le deja tó loco, ¿¿es esta la mejor alternativa a mí, un señor que únicamente sabe emplear la fuerza como respuesta ante cualquier problema?? El tebeo enfrenta las posturas de ambos ante varios problemas con efectos desternillantes. En Second Coming, que lleva ya tres números y ojalá dure mucho y se publique algún día en España, han aparecido ya Dios (al que retratan como un viejo inflexible que se pilla unos cabreos morrocotudos), el Diablo (que intenta volver a tentar a Jesús) y creo que varios ángeles, no sé, tendré que repasarlo. Tiene momentos absolutamente brillantes, que casi siempre conjugan una reflexión brutal con un chiste, al igual que otros tebeos de Mark Russell como Los Picapiedra o Exit Stage Left: The Snagglepuss Chronicle (las dos colecciones están editadas en tomo en España por ECC). Este señor es uno de mis guionistas favoritos, y no solo de tebeos. Dadle una oportunidad, no hace falta que os gusten los tebeos. ¿Os gusta el humor? ¿Os gusta la vida? Pues ya estáis listos para leerle.

Una de las mejores cosas de que el cómic se publique en una editorial pequeñita como Ahoy es que le dedican sus dos o tres páginas finales a las cartas de los lectores, donde se encuentran verdaderas joyas. Hay veces que no doy crédito ante los discursos de predicadores, reverendos y pastores de ciudades perdidas de Estados Unidos en los que, lejos de rechazar el cómic como un ataque al Cristianismo, valoran su existencia como una forma de dialogar, debatir… y echar unas risas, que esto dura muy poco y nos pillamos demasiados berrinches.
  • Esta semana he escrito en mi blog (al que resucito casi como cuando Jesús se libró de aquella molesta cruz) sobre mi intención de entrevistar a creadores y creadoras (y creadorxs) y recopilarlo todo de alguna manera, ya veremos qué hacemos (cuando hablo en plural me refiero a las múltiples voces de mi cabeza)
  • En Brenda Forever he empezado algo que quiero mantener en el tiempo y es hablar de las cosas más chungas que se pueden ver en Netflix, he escrito sobre Hustlers… para en realidad hablar de The Boy Next Door, he bancado la nueva Robin Hood; y he contado la vida y milagros del personaje de Nancy Drew aprovechando que se acaba de estrenar su serie en la CW.
  • Sirviéndome de unas mañanas libres gracias a mi tortuosa semana de noche en el trabajo, he visto por fin Vicky Cristina Barcelona (me ha parecido genial, con una Rebecca Hall deliciosa y con una pareja Bardem-Penélope absolutamente tronchante cuando se ponen a discutir entre ellos), Mr. Right (una tontería con Anna Kendrick y Sam Rockwell que solo se salva por el carisma de los actores) y la Halloween original (que ya he visto unas cuantas veces y cada vez me gusta más). En series hemos recuperado Ugly Delicious (que va de un chef coreano contando sus movidas, se puede ver –la factura visual de estas docuseries de comida cada vez está más cuidada-) y queremos ponernos al día con los nuevos episodios de Pesadilla en la cocina y los de Masterchef Celebrity. ¿He dicho ya que Loida y yo ADORAMOS LA COMIDA Y COMER Y HABLAR DE COMIDA Y COMER?
  • También hemos visto Joker (de la que me reservo mi opinión porque no le interesa a nadie, literalmente: no es de interés para ninguna persona), pero sabed que me quedé torcuato total (este es un buen nombre para un libro: Torcuato Total) con este artículo de Carlos Megía para S Moda acerca del actor de (s) moda, Joaquin Phoenix. Resulta que nuestro último y más rabioso Joker se crió en una secta sexual, arruinó la promoción de una peli con Gwyneth Paltrow para beneficiar un falso documental que estaba rodando al mismo tiempo y… mirad, muchas cosas chungas. Leedlo si queréis entender un poquito más (o no entender nada en absoluto) de dónde viene este pedazo de actor. Y si queréis ver su inspiración para los bailecitos del Joker, pinchad aquí.
  • En este interesante artículo que recoge las voces de varios cocineros españoles (los cocineros, ya sabéis, los nuevos artistas de nuestra sociedad) nos vienen a contar que el menú desgustación de 20 platos es un MUST para cualquier restaurante con solera. No os puedo decir, no he comido en ningún restaurante con caché. Una vez estuve dándole vueltas a lo de comer en DiverXO, tiene buena pinta y es “una vez en la vida”… pero el precio siempre me acaba tirando para atrás. ¿Y vosotros cómo lleváis lo de los restaurantes caros y los chefs como estrellas de la tele?
  • Aquí cuentan que el SAT, un mítico examen escolar americano (que se ha usado tanto en la realidad como en Dawson Crece como en Sensación de Vivir, que están muy por encima de cualquier “realidad”), está cayendo en desuso porque, bueno, parece que han dejado de creer en él. Es un poco como la esclavitud, que en su momento decían “sí, esto es guay, es el mejor sistema, nos beneficia a todos” pero que lo miras hoy en día y dices “mmmm, no”.

viernes, 25 de octubre de 2019

Grupo de personas: La película

Hace poco puse un tweet que tuvo tanta o más repercusión que todos los míos (cero patatero); venía a preguntarme si sería mejor compartir visionado en un cine con un grupo de personas o con un grupo de jabalíes. Puesto que no me contestó nadie (mi tirón en los foros sociales continua aumentando), ya me contesto yo: un grupo de jabalíes sería más noble en sus intenciones. Sí, puede que el grupo agitara sus pezuñas nervioso, puede que emitiera los sonidos que emite un jabalí (que no sé si se llama graznido o rebufo o quejío) y hasta puede que subiera y bajara las escaleras nervioso, absolutamente incapaz de concentrarse en la película puesto que sus inquietudes jabalíes se lo impediría (¡hasta se distraería con la del Joker!). Lo que tengo claro es que, bajo ningún concepto, intentaría perjudicar mi visionado de la película con sus acciones. Esto, que es el motivo de mi "tesis" y el tema elegido para recuperar estas TinyLetters, es algo que no puedo afirmar sobre el grupo de personas. 

Porque, vamos a ver, ¿qué necesidad hay de llegar a una sala de cine y estirar las patazas y reposarlas sobre los asientos de delante? Me da igual que estén vacíos, no es el salón de tu casa y no puedes espatarrarte como un hobo, punto (por no entrar en el tema de que no entiendo esa relación automática "estirar las piernas = descanso máximo", como esa gente que en el aeropuerto apoya sus piernas encima de su propia maleta mientras espera al embarque... ¡¿se puede ser vago incluso en el descanso?! ¡Sí, sí se puede, es esta gente!). No quiero alargarme mucho en mis quejas habituales (el continuo pateo de los asientos delanteros durante toda la proyección como el crepitar de una hoguera en invierno, el mascamiento de palomitas a boca(chancla) abierta, la consulta del móvil cada cinco minutos para consultar nada en realidad...), tan solo quería quejarme un poco de nuevo. Quejarme todo el rato siempre.

Soy viejo.

  • He visto la peli Sicarivs: La noche y el silencio, dirigida y escrita por el guionista de El Crack Cero y os la recomiendo, está francamente entretenida y es un guión algo distinto a los acostumbrados en el cine patrio (menos localista y más "vamos a hacerlo a lo peli americana", no quiero decir que esto sea necesariamente mejor pero sí que es un soplo de aire fresco). El propio guionista pedía a la gente que viera la peli de gratis en la web de RTVE ahora que su trabajo en la precuela de Garci está recibiendo tantos reconocimientos.
  • Lo último que he escrito es un post sobre Samara Weaving, la prota de la disfrutable Ready or Not (o Noche de Bodas en España), este sobre mi querida Urgenciaseste otro sobre los intentos de Hollywood por sacar varias franquicias adelante sin el éxito esperado; o esta entrevista con Álex Oliveres, el creador de la web RetroMemories.
  • A raíz de esto último, por cierto, sabed que llevo un tiempo pensando en la posibilidad de crear una web, un podcast o una tienda de churros sobre creadores, gente que crea cosas y que hace cosas... me atrae muchísimo lo de preguntarle a gente creativa por qué hace las cosas que hace y por qué crea las cosas que crea. En realidad, siempre he querido hacer mi propio "La gente de Bart", aquel segmento de entrevistas personales que Bart le hacía a gente anónima (como a un señor que daba de comer a los patos en un parque) cuando Lisa y él tuvieron su propio informativo en Los Simpson. Por cierto, llevaré más de una década sin ver un solo episodio de Los Simpson pero qué buena era, ¿eh?

miércoles, 23 de octubre de 2019

Tesis (sobre mi suerte)

Hace algún tiempo leí un tweet que tuvo en mí el efecto que tiene el metal ardiendo en las reses, me dolió y me dejó marcado. Decía así: “No es una mala racha. Es tu vida”. Esta frase me lleva persiguiendo desde entonces, ¿y si el autor del tweet estuviera en lo cierto y todo lo malo que me pasa no es “una fase” sino una trayectoria vital definitiva? Sí, puedo sonar tremendista pero 1) está en mi naturaleza el tremendismo y 2) objetivamente, me pasan más cosas malas que buenas desde hace ya muchos años, diría que desde que dejé de comer arena en el parque.

Uno irremediablemente mi suerte a mi forma de hacer las cosas... y aquí es donde viene el verdadero problema. Puede que esté negando la propia naturaleza de la suerte al relacionarla con el buen (o mal) desempeño de uno mismo, pero lo hago. Creo que la suerte es para el que la trabaja y trabajarla, lo que se dice trabajarla, la he trabajado poco. Así que supongo que la pregunta real no es tanto si se puede cambiar la suerte sino si se puede cambiar la forma de ser; si una persona puede cambiar. ¿Puede un señor ser hoy conservador y timorato y mañana liberal y osado? ¿Puede un señor ver la obra completa de Hong Sang-soo para disfrutar al siguiente de los nuevos episodios de Riverdale? En definitiva, ¿puede un señor cambiarse de personalidad como de traje?

De algún modo, la personalidad se agarra a tu cuerpo como fantasma japonés; no te suelta por mucho que lo intentes. Ejemplo: a veces he intentado hacer esa cosa que hace mucha gente de “ponerme una coraza” (para evitar hostias y eso), pero nunca acaba cuajando, me resquebrajo como huevo Kinder, soy blandito y facilón, no puedo ser de otra manera. Cualquier cosa que intento contraria a lo que vengo haciendo las últimas tres décadas es finalmente rechazado por mi cuerpo, como un virus del que se libra tras haberle molestado unos días. Pero si os digo la verdad, más que cambiarme la personalidad, que está bien, es aceptable, no la rechazo, lo que me gustaría es meterle mejoras, upgrades, novedades. Y me cuesta. Y la suerte no me cambia. ¿Cómo se pasa de quien eres a quien puedes ser?

Recuerdo también las palabras de Lisa, cuando no quiere ir a clase o algo así porque no hace buenas migas con sus compañeros. Marge la anima: “Venga, Lisa, solo tienes que ser tú misma”. A lo que Lisa responde: “Sí, así me va a ir a mí muy bien…”. Tengo que volver a ver Los Simpson, I need some guidance.
  • He visto el documental Fyre: The Greatest Party That Never Happened sobre un engañabobos que iba a montar el festival de música de todos los tiempos y… hasta ahí puedo leer. Yo no conocía nada del caso, porque no leo nada que no tenga que ver con Dawson Crece o Katie Holmes, pero aun sabiendo algo del tema creo que es super-disfrutable. Quizá me hubiera gustado que hubieran escarbado un poco más en la figura del protagonista, pero es un buen documental. Me he bajado otro documental del tema que han hecho los de Hulu porque soy un completista enfermo (Fyre Fraud). Ya os diré qué tal.
  • Lo último que he escrito es esto: un post sobre la organización y estructura de los trabajos en la capital de Irlanda, nuevos breves desde Dublín... y la Recap del primer episodio de la nueva Roswell. Veréis, tengo 38 años y sigo viendo series para adolescentes. Uno es quién es. ¿De momento?

martes, 22 de octubre de 2019

Gente corriente (cada vez más)

El otro día me contaba un compañero de trabajo cómo uno de los chicos que está ahora haciendo el training (semanas de "entrenamiento" aprendiendo cómo se hace el trabajo en sí con su parte de teoría y su parte de práctica junto a gente veterana) la ha liado parda y está a un paso de que le digan sayonara babyVeréis, el chico apenas lleva un mes haciendo training y ya se ha puesto malo creo que dos días. El primero llamo diciendo que tenía un problema de garganta y no podía ir. Bien. Vale. El segundo directamente no llamó. Nadie sabía nada. Su jefa (o "team leader" -un día tengo que explicar estas megaestructuras en La Pinta Roja-) le llamó a mediodía para saber si seguía vivo, si iba a aparecer por la empresa o si había decidido dejar el trabajo para convertirse en jugador profesional de cricket (que, ahora que lo pienso... tiene su puntito, ¿no?). El chico se mostró sorprendido porque su jefa le llamara, le dijo que como iba a llamar si el día anterior ya dijo que tenía un problema de garganta (jejeje, maestro), y que ella era "muy cuadriculada", igual que la empresa, que era "muy cuadriculada", jajajajaja. Yo no sé si quitarme el sombrero ante este tipo o lanzárselo a la yugular para matarlo, como aquel villano de James Bond.

Mirad, 100% de acuerdo en los argumentos del chaval. Su team leader es muy cuadriculada y, la empresa, ídem. Pero no son formas. No son maneras. Me contaba este compañero de trabajo, además, que uno de los días que lo tuvo "a su cargo", enseñándole cosas del curro, el chico estaba más atento a su móvil que a lo que mi compañero le contaba. Que mi compañero estaba ahí "esto se hace así, esto se hace asá" pero este figura estaba dándole p'arriba y p'abajo al teléfono. Este comportamiento de "me la suda todo y no pienso disimularlo sino todo lo contrario" no es la primera vez que lo veo en mi empresa. Es un comportamiento que, francamente, se está volviendo cada vez más común en los trabajos, en el metro, en la calle, es el estanco cuando vas a por tus sellos para mandar todas esas cartas a tu abuela (ah... ¿vosotros no?). En fin, que me da pena ver que la sociedad se va a la mierda. Yo no sé si esto ya pasaba antes, solo digo que mis superpoderes de viejo me alertan cada vez más de esta situación. No diría que es una falta de ética o valores o... puede ser mil cosas, pero ante todo yo creo que es una falta de EDUCACIÓN.

Y sin eso nos vamos todos al carajo.
  • Me llamaba la atención que nadie hubiera hablado (o al menos yo no me había enterado) del extrañísimo tono de voz de Miguel Bosé en The Final Table, un concurso de cocina de Netflix (en el segundo episodio hace de juez de unas paellas surrealistas). Me he puesto a buscar en internet y aquí se hacen eco del tema pero no me cuentan nada de lo que pasa con su voz, recurro a este artículo de El País que parece que va a desvelar algo pero nada, así que pruebo con uno de Vanity Fair donde dejan caer que el cantante podría sufrir disfonía. No os voy a mentir: ni Loida ni yo habíamos visto su aparición en los Grammy Latinos (el vídeo del link de Vanity Fair deja bien claro que algo serio le pasa en la voz) y nos echamos unas cuantas risas a costa del shock que nos produjo encontrarnos con esta voz en alguien a quien habíamos escuchado desde pequeñitos (no sé si llegamos a especular con una secuela de It Follows con Miguel Bosé apareciéndose ante ti en la oscuridad y hablándote con esa voz)... pero reírse del mal ajeno está feo y quiera Dios que el bueno de Miguel Bosé se recupere o que lo lleve lo mejor posible. Yo seguiré disfrutando de Amante Bandido cada vez que la ponga el crack de Guillem Caballé en Los 40 Classic (soy ABSOLUTAMENTE VIEJO).
  • Por cierto, en esta web que acabo de descubrir (y que pienso explorar con tiempo) cuentan largo y tendido cómo se produjo el cambio de M80 Radio (en la que tuve el placer de trabajar) a Los 40 Classic.
  • En lo de darle a la tecla, recientemente he hablado del famoso (en Irlanda) restaurante The Hapy Pear, escribí unos nuevos breves desde Dublín e investigué un pelín más de lo habitual en mí para explicar mi amor por Bumblebee, una película que, al menos, lo intenta (que para un blockbuster de Hollywood ya es toda una novedad).

Doctor Sleep no quiere que durmamos

He vuelto a ver Doctor Sleep , la película de 2019 que hace un doble combo desconocido hasta entonces, corregidme si me equivoco: es secuel...