miércoles, 13 de noviembre de 2019

Nos hemos vuelto a mudar, otra vez; ahora en mitad de una pandemia

Le contaba hace poco a una amiga que Loida y yo nos mudamos cada 18 meses, somos como uno de esos monstruos de pelis de miedo que reaparecen cada diez años para asesinar y saciar su hambre hasta la siguiente década. Debe ser ya el cuarto o quinto piso en el que hemos vivido (juntos, por separado las cuentas se disparan). ¿Por qué nos mudamos tanto? ¿Es este continuo cambiar de vivienda un reflejo de nuestro despistado discurrir por la vida? ¿Es acaso la prueba de que no somos capaces de crear un hogar? Todas ellas preguntas válidas y necesarias. Sin embargo, en lugar de rebuscar en lo más profundo de mi alma la respuesta a todas estas cuestiones vitales, voy a centrarme en una mucho más inmediata; quizá menos profunda pero mucho más mainstream: ¿a dónde nos hemos mudado?

Hemos abandonado Dublin 12, Park West, la nada; por el centro de la ciudad. Volvemos al downtown, de donde nunca debimos salir. Ahora vivimos en Dublin 1 (los numeritos indican cuán cerca estás del centro; cuanto más se aleje tu número del uno, más autobuses y autogiros tendrás que coger para trasladarte) y yo, personalmente, estoy más feliz que una perdiz. Más feliz que un ave que no tiene la capacidad de razonar, así es. Nuestra zona, nuestro barrio, nuestro “Hood”, se llama IFSC, o sea, International Financial Services Centre. Incluso con un inglés básico, de Opening, podréis deducir que es la parte de la ciudad donde se concentran varias empresas dedicadas a “cosas financieras”. Bancos y cosas de esas. Facturas. Yo qué sé. El IFSC fue creado a posta en los 80 para revitalizar una parte de Dublín que estaba como unos zorros y, picoteando en su página web, parece ser que su importancia en la economía irlandesa es mayúsucula, así que ya le daré un buen repasito en un futuro post.

Nuestro nuevo casero se llama Des (le llamamos Desmondo), es un señor mayor, nervioso, en continuo zigzagueo, al que se le caen los bolis, que olvida y recuerda cosas con cada pestañeo… pero lo más importante de todo es que es UN SER HUMANO. Parece una persona buena o, por lo menos, una persona razonable. No una máquina recaudadora sino una persona con la que se puede hablar. Nos cambió el sofá como le pedimos y nos pintó el piso antes de hacer la gran mudanza. Sobre la campana y tras insistirle en que tras la gran mudanza kajuna no habría sitio para hacerlo, pero lo hizo. Estoy encantado con nuestro nuevo casero. Ahora tenemos, efectivamente, un casero. El anterior que teníamos (al que tengo pendiente enviarle una gran caca por correo certificado) era un ogro, un ser huraño y meramente notarial. Incómodo con todo lo que no fuera cobrar dinero. I’m sorry honey but being a landlord is a whole different thing.

Pero no hagamos leña del árbol recién caído, lo importante es la ola de positividad que ha traído esto a mi vida. Mudarse en Dublín, si eres una pareja y no te cede el piso un amigo, es casi imposible. Es una empresa dificilísima. Y por fin lo hemos hecho. No ha sido un cambio de piso en las mejores circunstancias, precisamente. Una mudanza, buscar reemplazo para tu alquiler y dar de alta y baja los contratos de luz, internet, etc no es lo más fácil del mundo en mitad del Coronavirus –por cierto, no hemos incumplido una sola norma de las impuestas por el gobierno local para contener la propagación del virus, las restricciones a salir de casa no se produjeron hasta unos días después de haber hecho nuestra mudanza… que adelantamos una semana precisamente para evitar quedarnos en el piso viejo con 40 cajas y nadie que nos ayudara a moverlas-. Pero a lo que iba, que nos hemos mudado. Ha sido posible. Es increíble, pero lo ha sido. Y si esto ha sido, ¿qué más puede ser? Espero que mucho. Y espero poder contarlo pronto.

Psssst, pssssst, muchacho, ¿¿pero cómo es el nuevo piso?? Me alegro de que me hagas esa pregunta…

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