En mi última TinyLetter os contaba que estaba a punto de tener una entrevista de trabajo y, si acostumbráis a leer el título de los emails, habréis deducido que no me salió lo que se dice bien. Bueno, miento.
La verdad es que la bordé.Veréis, las entrevistas de trabajo, al menos en Dublín, son complicadas. No son tanto una entrevista en el sentido tradicional de preguntas y respuestas para conocer a un señor, sino más bien un ir a pillar continuo en el que ooooop, sí, me pillaron. Pero, ¿en qué me pillaron? Bueno, pues tras dos horas y cuarto de entrevistas, role plays y mandangas con cuatro personas distintas (repito: CUATRO PERSONAS DISTINTAS -y una que estaba allí de miranda-) parece ser que no me seleccionaron para el puesto porque "en una de las preguntas contestaste que te saltaste una regla de tu empresa con tal de resolver un problema y eso no nos gustó".
Mirad, me inventé esa respuesta.
Era una pregunta tipo, un potro que había que saltar como en clase de gimnasia, y decidí saltarlo con una mentira bien gorda. Porque ante la pregunta de "¿me puedes decir una situación complicada que tuvieras en tu trabajo que resolvieras de forma positiva e inesperada?" solo pude recurrir a la ficción. ¿Qué se creen que es mi trabajo actual, una película de Indiana Jones? No, oiga, es EL BOREDOM. El sopor máximo. Qué situaciones ni situaciones. ¡Mentir era todo lo que podía hacer! Así que me inventé una bonita historia en la que demostraba no solo mi resolución sino mi lealtad a las políticas internas de mi empresa (saltarme las políticas de mi empresa para resolver un problema que la empresa necesitaba resolver me parecía, en última instancia, la mayor prueba de mi compromiso con mi empresa).
En fin, que un 10 en inventiva y un 0 en trabajo nuevo.
No es por ponerme digno pero en realidad no quería el trabajo. No, en serio, todo lo que rodeaba aquel trabajo me daba un poco de yuyu y, si os soy sincero, en estos tiempos inciertos de confinamientos y pandemias es cierto que tener un trabajo es tener un tesoro. Quizá cambiar de trabajo ahora es como cambiar de caballo a mitad del río... no parece lo más aconsejable. Entonces, ¿por qué dije que sí a la entrevista? Porque la posibilidad de dejar mi empresa, tras más de cinco años de puro asco (no cada día pero este sería el titular), es una cosa con la que fantaseo a menudo. Y quería hacer realidad la fantasía.
Lo dejaremos para nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.