martes, 5 de noviembre de 2019

El irlandés (no el de Scorsese)

 Llegué el otro día de vuelta a Dublín tras pasar unos días en Barcelona. La cantidad de comida que ingerí es... cómo decirlo... ¿cuánta comida necesitan los gorilas en todo un año? Pues el doble. En menos de una semana. Pero no quería hablar de eso, sino del peculiar, noble e irritante modo de ser del irlandés. Estábamos en que había vuelto de Dublín y, tras pegarme casi una horita en el autobús que va del aeropuerto al centro de la ciudad, ahora me tocaba mi tercer viaje del día: el del segundo autobús, el que me llevaría del centro de la ciudad a Park West, la suerte de polígono industrial-barrio falso donde vivimos, que limita con uno de los peores barrios de Dublín, Ballyfermot. El autobús habitual que cogemos para ir a casa, el 79 o 79a, es famoso por sus retrasos o desapariciones; por cualquier cosa menos por su puntualidad, vamos. Pues eso, allí estábamos yo, con mi maleta y mochila (10 kilos en la maleta y unos cinco en la mochila, iba cargadito) recién llegado a la parada y con ganas de llegar a casa y sentarme en un sofá y tocarme los pies y disfrutar del hecho de que ese día no tenía que ir a trabajar (siempre motivo de celebración); y un montón de irlandeses que, a juzgar por sus caretos y rebufos (¿es rebufos una palabra?), llevaban esperando unos 15 minutos (luego escuché a un chino rajando con un colega y parece ser que la espera era ya de casi media hora... para un autobús en el centro de la capital de Irlanda). En fin, que los ánimos estaban "a flor de piel" (in flower of skin) y la gente estaba que se subía por los paredes (de hecho, este podría ser el nacimiento de Spider-Man y no lo de la araña radiactiva, Peter Parker sencillamente no podía soportar más retrasos del autobús y su cuerpo tenía que sacar toda esa ira de alguna forma). El momento cumbre, cuando toda aquella caterva (¿?) de gente estaba dispuesta a estallar, fue cuando no uno, sino DOS autobuses llegaron a la parada, aparcaron, volvieron a arrancar y se marcharon sin recoger a un solo pasajero ("fuera de servicio"). Allí solo faltaba una mecha para el BOOM!

... Pero hete aquí (E.T. here) que, de repente, llega un tercer autobús que en lugar de recoger pasajeros aparca, apaga el motor y el conductor se baja y se pira. Yo quería atravesar una de las ventanas del autobús, agarrar el trozo de cristal más afilado, y segarme el cuello allí mismo. Pero no. Lo que ocurrió fue que una gaviota se posó justo encima del autobús, como mirando al horizonte, y una voz gritó de entre la multitud:

- Look, the seagull is going to take the bus!

La peña SE MEABA. Todos los irlandeses, en su infinita inocencia y borreguidad, comenzaron a DESORINARSE. Y allí ya no había nadie enfadado. Nada ocurría, nada pasaba. No existían autobuses, ni retrasos, ni hartazgos. Todo era sencillo, directo, amable, relajado, un "go with flow" que hace del irlandés una persona entrañable. Y a la que veces me encantaría darle una bofetada.

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