miércoles, 16 de octubre de 2019

La roca (o eso intento, aunque no sé por qué)

Últimamente me está pasando una cosa curiosa en el trabajo. No es que le haya encontrado el disfrute o que ahora se me haga más llevadero (not even a bit), sino que... bueno... a ver cómo lo digo... me estoy viniendo arriba, sí, esto sería. Veréis, en mi trabajo hay una especie de revolving door por la que la gente entra y sale con más frecuencia que por la del Corte Inglés de la calle Preciados (en el que, ya lo sé, no hay puerta circular de entrada, o al menos no la había cuando yo vivía en Madrid -¡era una forma de hablar!-). Las condiciones laborales de mi empresa son excelentes siempre y cuando no tengas que, bueno, actually do the job. Desde fuera parece un caramelito, pero cuando lo pruebas es más bien como el pescado cuando eras pequeño (PURO VENENO). Y es por esto que la gente está saltando del barco con una frecuencia como no había visto en ninguna empresa en la que había trabajado; si yo fuera la empresa me preocuparía seriamente, pero bastante tengo yo con lo mío como para preocuparme por la empresa.

Y lo mío es, básicamente, resistir, aguantar, navegar esas aguas procelosas e intentar no pegarme un tiro en el proceso. Pays the bills, que se dice por aquí, pero no le puedo pedir muchas más recompensas. Llevo tanto tiempo resistiendo-aguantando-lo de las aguas que me he hecho fuerte en mi posición de "señor que capea el temporal", de ahí no me sacan ni con agua caliente, me iré cuando quiera yo y un largo etcétera de frases de este tipo. Creo que el tiempo de buscar prados más verdes ya pasó (mis tentativas de marcharme a Yelp, Ryanair o Facebook quedaron en eso) y que este va a ser el trabajo que tenga mientras viva en esta ciudad. Además, recientemente nos mudamos al ladito del trabajo (llego andando en seis minutos, cronometrados) y ahora sería el momento menos sensato para saltar de este Titanic. Si esto se hunde (que no se va a hundir), yo me voy p'abajo como los de la orquesta. Y es una cosa rara pero estoy encontrando cierto regustito, una extraña satisfacción, al comprobar cómo la peña va cayendo como moscas y yo sigo allí llueve o truene. ¿Vosotros creéis que el que resiste, gana? No sé exactamente qué estoy "ganando", solo sé que el hecho de PERMANECER es para mí un logro personal. Aparecer por la puerta y ocupar la silla durante ocho horas ya es ganar. Y puedo decir que, pese a lo retorcido que pueda sonar mostrarse orgulloso de seguir haciendo algo que me hace infeliz cada día, lo siento como una especie de triunfo.

(Fijaos a qué punto debo haber llegado en mi trabajo, y en mi vida, como para que el hecho de no entregar mi carta de renuncia suponga mi mayor éxito. Es triste, pero cierto. De donde no hay no se puede sacar. Y yo a esto no puedo sacarle más que dinero)
  • Qué gozada es encontrar una serie agradable, simpática, graciosa y hasta entrañable; y, además, que no dure más de 20 minutitos para calzar en esos ratos muertos en los que... bueno, podrías estar haciendo cualquier otra cosa más productiva pero decides que no, que lo mejor va a ser sentar tu culito blanco 20 minutos para ver una serie. La última a la que me he aficionado y que responde a esta peculiar descripción se llama Kim's Convenience y va de una familia china koreana que tiene una tienda de alimentación (¿¿un colmado?? ¿¿un badulaque??) en Canadá. Ya está. Fin. Este es el argumento. Es una comedia y la recomiendo fuerte. Eso sí, activad los subtítulos en inglés porque uno de los mayores atractivos del show es la peculiar pronunciación y uso del inglés que hace toda la familia (lo del padre es tela marinera, qué personaje). A ver, no es Friends, pero está simpática.
  • Hace poco hicieron un ranking en Screen Crush con los mejores y peores dulces que comer en el cine, la pena es que la mayoría son productos exclusivamente yanquis y no es un artículo tan relatable como deseaba que fuera, ¿alguien se anima a hacer una versión española? Personalmente, creo que la mejor opción son las palomitas, o las palomitas de colores del Belros (tienda que hecho mucho de menos en Dublín, las cosas como son). Sí, aquí hay palomitas dulces y de peanut butter y con pimienta y hasta con sushi incorporado (not really), pero las de colores del Belros no están.
  • Estoy leyendo un libro que no está mal peor tampoco demasiado bien llamado Autobiografía de un Súper Vagabundo de William Henry Davies, publicado en España por la editorial Defausta. Es un poco triste lo que voy a decir pero me ha gustado más la carta introductoria de la editora Susana Prieto (que también es la traductora del texto original)... ¡pero es que es una carta buenísima! Habla de lo que supone traer un texto a España, traducirlo y publicarlo por primera vez. Es el primer libro de la editorial. Tiene que ser genial poder decidir algo así.
  • Me gustó este artículo de Noel Ceballos en GQ en el que hablaba de cómo se crea una escena mítica de cine. Me gustó que incluyera la del beso bocabajo de Spider-Man y Mary Jane en la primera Spider-Man de Sam Raimi, creo que es fantástica y yo me sigo acordando de ella.
  • Respecto a lo de darle a la tecla, la semana pasada conté lo mucho que me gustaron las pizzas de Sano Pizza, recopilé una nueva entrega de Breves desde Dublín; y en Brenda Forever hablé de mi ¿obsesión? por las canciones de la película de finales de los 90 (pinchando en este link puedes leer la primera parte); y de aquel intento de serie de Aquaman que se marcaron los showrunners de Smallville. A mí estos accidentes me encantan. Ahí está mi vida.

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