martes, 15 de agosto de 2017

Una historia de fantasmas


Ayer vi A Ghost Story y me pasaron tres cosas mientras la veía. Primero, sentí un sopor muy fuerte. Ese plano secuencia de Rooney Mara comiendo tarta durante tres minutos... uff, hay que tener la piel fílmica muy dura para aguantar ese chaparrón y no morir narcotizado. No tengo nada en contra de una película en la que una actriz tenga que lidiar con tartas (hola, Felicity), pero a lo mejor tendríamos que, no sé, hacer avanzar la acción y esas cosas. ¿Un personaje repitiendo lo mismo durante tres minutos? ¿Qué es esto, un GIF?

En segundo lugar, sentí un interés repentino. De repente, aquella película de efectos somníferos comenzó a ofrecer elementos de interés. La trama avanzaba algo, un poco. El director (el de la FABULOSA película del niño y su dragón-mascota), que hasta entonces se había empeñado en anclar su historia al suelo, había decidido que era el momento de lo de "imágenes en movimiento", quizá para evitar que sus productores le demandaran en un juzgado. En tercer y último lugar, no puedo ocultar que sentí cierta fascinación ante el final, del que ya se intuyen cosas desde el principio, pero que es bonito y chachi. No voy a mentir, A Ghost Story cae en los peores excesos de la película indie más indie que te puedas imaginar, es muy aburrida durante mucho tiempo... pero te recomiendo que la veas. El final, a lo mejor, te hace tilín.

Y eso es el cine, ¿no? Cualidades aparte de una película, si te hace tilín, te hace tilín, ¿no?

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