viernes, 18 de agosto de 2017

Lo de mi amor/obsesión por escribir: Origins


El otro día picoteé un poco en correo ajeno y leí una postal que le mandaron a uno de mis vecinos. Debo aclarar algo: en nuestra casa no tenemos buzones, el cartero echa las cartas por la ranura de la puerta del portal y el primer vecino que se las encuentra en el suelo cuando entra/sale de casa, las recoge y las pone sobre el armarito de los contadores de la luz (o yo qué sé de qué son contadores, quizá sean contadores de felicidad y miden cuán exitosa es la vida de cada uno de nosotros –MI CONTADOR ESTÁ EN NEGATIVOOOOOO-). Pero volvamos al tema, hay vecinos que las dejan ahí apelotonadas de cualquier manera y hay otros que las ponen “bonitas”, como si fuera el escaparate de una tienda; o sea, que si le leí la postal al vecino es porque estaba ahí plantada, delante de mí, prácticamente pidiéndome que le leyera. Solo era una postal, delante de un chico, pidiéndole que la quisiera.

Debo aclarar otra cosa más: siempre he sentido un profundo respeto por el sistema de correos (está claro que no siento tanto respeto por la privacidad del sistema de correos). De pequeño me escribía cartas cada verano con mi amigo Estellés (su apellido era tan potente que quedó como su nombre); eran cartas semanales, había semanas que nos escribíamos hasta dos o tres cartas. Era tal nuestra afición postal que hasta llegamos a hacer un branding de nuestras propias cartas: la MEGA-Cart (ya sabíamos que “cart” no significaba “carta” pero nos hacía gracia) era una carta con al menos tres folios escritos por las dos caras. La SUPER-Cart tenía que alcanzar las 12 caras o algo así. No recuerdo los detalles exactos, tampoco todos los tipos de cartas. La RECORD-Cart era la carta más larga que nos hubiéramos escrito nunca, el número de caras iba aumentando cada verano. Creo que alguna RECORD-Cart llegó a superar las 100 caras… sí, eso son mas de 50 folios llenos de palabras.

¿Tanto teníamos que contarnos? Obviamente, no. Pero nos gustaba escribir y nos gustaba nuestro carteo. Así que con tal de llenar cuantos más folios mejor, se nos ocurrió una cosa: las secciones. Como si nuestras cartas fueran programas de variedades, incluíamos secciones de música, cine, pequeños relatos o lo que fuera. Recuerdo una mía muy lamentable llamada “el Freddy Rincón de Troncho DJ” en la que hablaba de… ¡música! Yo, que lo más arriesgado que he escuchado en mi vida es el dueto de Kylie Minogue y Robbie Williams. Recuerdo hablar de los Máquina Total y Bolero Mix y de si los megamixes estaban bien hechos. Ay, madre. Hubo un momento de locura carteril en la que llegamos a enviarnos fanzines junto con la carta. Es decir, en el sobre metíamos la carta propiamente dicha, los folios escritos a boli y doblados como Dios manda y; además, en formato más pequeñito, una cosa llamada la “EXTRA-Cart” o la “MINI-Cart” en la que no puedo recordar de que leches hablábamos pero… lo llenábamos. Éramos grandes de esto. El dinero que le dimos a Correos en los veranos de los 90 no se lo ha dado nadie en su vida.

No recuerdo momento más feliz en mis días de verano que aquellas tardes, después de comer, entre las 4 y las 6, cuando se acercaba el cartero y, tras abrir el portón verde del huerto de la casa de Ferreirola, arrojar al suelo de tierra el periódico IDEAL doblado (al que estaba suscrito mi padre, me alegro de que se siga publicando) y, casi siempre, una carta tochita de mi amigo Estellés. Venía todo esto a cuento de que si hay alguien que puede espiar disimuladamente las postales de los demás, ese soy yo. Ya, ya sé que no esté bien hacerlo… pero oiga, yo tengo un bagaje en esto de las cartas. Tú déjame que eche un vistacito a esta postal, que le de un repasito a ver, y luego ya me dices lo que quieras. Y, como descargo final, sabed que era un texto absolutamente inofensivo de un colega a uno de mis vecinos. La postal no era más que una foto de una pistola antigua, una Winchester, y una casa de fondo, con las siguientes palabras del amigo de mi vecino a mi vecino: “Haha, I’m in USA, you are not. Try not to cry too much”. Tal cual.

Es simpática. Y anda que no hace más ilusión una postal, una cosa que ha viajado desde Estados Unidos hasta Irlanda, una cosa que alguien ha elegido para ti, poniéndole su sellito y pensando un texto chorra, que un email/whatsapp cualquiera. Efectivamente, soy viejo como un árbol viejo.

PD. Buscando alguna foto para ilustrar este post, puse en Google "letter northern exposure". Doctor en Alaska (Northern Exposure) era una de las series favoritas de Estellés, y fue una serie a la que me aficioné gracias a él. Llevo años "queriendo" volver a verla entera y ahora tengo un nuevo incentivo, poder ver el episodio 4 de la temporada 6, en el que una Maggie O'Connell adolescente atormenta a la Maggie O'Connell adulta por las decisiones que ha tomado. El episodio se titula The Letter.

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