martes, 7 de noviembre de 2023

LinkedIn es como La Voz


LinkedIn es como La Voz, todo son buenos consejos, buen rollo, optimismo, nos ayudamos, aquí potenciamos tus virtudes, este es solo el comienzo de tu viaje, tienes muchas posibilidades, mira cuánto respeto y aportaciones, aquí solo despachamos optimismo y buena vibra, pero... ¿cuántos concursantes han salido con trabajo de La Voz?

EXACTO.

Viene todo esto a cuenta de: 

A) La rabia que me da no conseguir curro de lo mío a través de dicha red social (por supuesto, no voy a disimular que este es el primer motivo)

B) La manía irremediable que le he pillado ya a LinkedIn por ese farzerío imperante que tan bien denuncian desde la cuenta de Twitter llamada The State of LinkedIn;  y 

C) Lo que presencié el otro día en LinkedIn y que me dio mucho gustirrinín 

Tanto gustirrinín me dio que os o voy a contar. El otro día asistí en LinkedIn a un caso del regador regado y LO GOCÉ AL MÁXIMO. Sí, El regador regado, ya sabéis, aquella peli en la que, para demostrar las virtudes del cinematógrafo (la imagen en movimiento y todo eso), un señor se asomaba a su manguera para ver por qué no salía agua y, PATAPUM, chorrazo de agua en toda la cara... ¡El regador regado, clásico! (Os la pongo aquí debajo, os aconsejo que la veáis hasta el final, cuando hay un SEVERO CORRECTIVO de una violencia que ríete tú de John Wick):

Bueno, pues el caso es que una persona de estas que te ayudan a contar el storytelling de tu empresa o la deep core digital trust de la verdad de tu negocio o el flowerpowering de tus valores o alguna de estas cosas tan guays publicó algo así como "los consejos para que no descarten tu CV de primeras" y, entre consejo y consejo, tiraba alguna puyita a los candidatos en plan "no me puedo creer que hoy en día sigáis haciendo esto" o "esto es un básico que deberíais conocer". La primera respuesta a su post fue... pues bueno, una chica corrigiéndole algo de su propio perfil de LinkedIn... lo del regador regado, vamos. 

Iba a poneros aquí debajo unos pantallazos del asunto, pero la cosa no es meterme con nadie (de hecho, el regador que fue regado encajó con muchísima cintura el comentario -pero muchísima-); ni tampoco criticar ese tipo de publicaciones en las que alguien, de buena fe, aconseja a los demás cómo aumentar sus posibilidades de ser contratados; lo que sí pretendo con este post es pegar un gritito in the desert, desfogarme un poco de ese ambiente happy-happy de la red social del trabajo (a Mister Wonderful ya no le está funcionando tan bien ese tono, que vayan tomando nota) en la que no consigo trabajo. Si lo consiguiera, of course, me callaría como una rata y todo me parecería top notch. No sé, a lo mejor me pueden contratar como rata.

(I just want to write)

miércoles, 1 de noviembre de 2023

Buenos días, una seria reflexión, ¿es el desayuno español el peor de toda Europa?

Hoy es fiesta y hace frío y el cielo está encapotado y no hacen falta muchos más factores para salir a la calle, comprar unos churritos y unas porras, regresar a casa, y encerrarse hasta que se reanude la vida (y eso es mañana -por cierto, qué bonita palabra "reanudar", volver a anudar algo-).  Esto, que lo hacemos muchos españoles los días de fiesta o los domingos perezosos (meaning ALL THE DOMINGOS), me parece una noble tradición que, sin embargo, nunca ha sido puesta bajo el microscopio.  O bajo ningún tipo de "copio", micro o macro.  

Y es que, queridos amigos del clásico desayuno español de días festivos, los churros y las porras son tubitos locos de pura grasa, harina, aceite, espesantes, emulgentes y pequeños leprachauns cuya única labor en la vida es la de introducirse en tu cuerpo y engordarlo.  A mí esto siempre me ha dado un poco igual (salvo cuando me da por comer sano y me vuelvo un ultra de LA VERDAD ALIMENTICIA -me suele durar mes y medio-), pero hoy mientras hacía cola para hacerme con mis "tres churritos y tres porras" (¿¿es eso mucho para dos personas de amplios estómagos??) me he puesto a pensar en el auténtico atentado contra nuestra salud que son los churros y las porras.  "Sí, póngame seis tubos de harina y sal fritos en aceite", venga, a tope ahí, y si quieres rociarlo todo con azúcar pues vamos, no te detengas (es broma, yo a esto no le pego, azúcar sobre porra es Satanás).  

En fin, que esta reflexión no va más allá de aquí, que me he puesto a hablar con Loida de cuánto nos metíamos con los irlandeses cuando vivíamos en Dublín con aquellos desayunos suyos a base de judías, morcilla, bacon, sausages rolls (literalmente, salchichas envueltas en hojaldre frito)... pero esta alternativa nuestra tampoco se queda atrás en dinamitar el organismo desde dentro.  Supongo que es un tema que deberemos abordar en nuestro podcast de comida Mundo Gordoncho (100% Unhealthy, 100% Unboring). ¿Estamos preparados para esa conversación tal como está el mundo? ¿Debemos también quitarnos los churros y las porras?

Personalmente, cada vez tengo más claro que estas pequeñas alegrías (hoy churritos y porras porque es festivo) son las que verdaderamente suman para tener una vida más... no sé si alegre, pero sí más llevadera.  Si me concentrara en, simplemente, ir incorporando estos momentos al natural discurrir de la vida en lugar de romperme la cabeza todos los días, en singular cococrash suicida, con esos objetivos inalcanzables e inalcanzados... pues no sé, estaría menos FRUSTRATED.  Síganme para más reflexiones profundas.  Ah, estoy poniendo en marcha el doble espacio tras punto y seguido, fórmula que odiaba de muchos escritores norteamericanos que cada vez encuentro más interesante para el ojo humano. 


Doctor Sleep no quiere que durmamos

He vuelto a ver Doctor Sleep , la película de 2019 que hace un doble combo desconocido hasta entonces, corregidme si me equivoco: es secuel...